Alto y claro
José Antonio Carrizosa
La confianza está rota
Miles de jóvenes andaluces que acaban de terminar la ESO o el Bachillerato han solicitado en estos días una plaza pública de Formación Profesional. El éxito de la FP, que vive un auténtico boom, tiene que ver con una oferta amplia y atractiva y con buenas salidas laborales, así que se ha convertido en una sólida alternativa a la universidad, o en paso previo para aumentar las opciones de un graduado universitario. Pero esa posibilidad no está al alcance de muchos porque faltan plazas: entre 30.000 y 40.000 aspirantes se quedarán sin estudiar el ciclo formativo que desean. Ante ellos se abre un duro periodo de incertidumbre Y ahí, entre la demanda creciente y la oferta estancada de la educación pública, en ese desajuste que se diría intencionado, engorda el negocio de la FP privada.
¿Por qué intencionado? Los sindicatos llevan años denunciándolo. Por un lado existe un déficit endémico de plazas que se remonta a la época socialista y ha crecido vertiginosamente en los últimos tiempos. Por otro, en lugar de aumentar la inversión, la respuesta de la Consejería consiste en desviar recursos a centros privados (con la excusa de responder a ese déficit) y en recortar los públicos. Y aun cuando promete aumentar las plazas, sabe que no cubrirá ni la cuarta parte de estudiantes que se van a quedar fuera del sistema. Al final, los números cantan: el alumnado de FP que acude a centros privados se ha duplicado en el último lustro en Andalucía. Se dice pronto: uno de cada tres alumnos ya es de pago.
Antes de que el hijo o la hija se queden sin estudiar, las familias buscan soluciones: un centro privado cuesta entre 4000 y 6000 euros, y los que se lo pueden permitir se encuentran con empresas que en su mayoría nada tienen que ver con la enseñanza. Tras ellas operan fondos de inversión que han encontrado en este nicho de mercado una suculenta vía de beneficios con la complicidad de la administración. Luego hay otros temas, como la escasa experiencia del profesorado, o la competencia desleal a la hora de las prácticas…
Todo desemboca en lo mismo: en una descarada mercantilización que consolida un modelo segregacionista, cuando la educación debería servir precisamente para corregir las desigualdades. En el caso de la FP, además, no se trata solo de una mera capacitación laboral, sino de una formación técnica integral que haga conscientes a los alumnos y alumnas de sus derechos como trabajadores. Pero puede que todo esté relacionado.
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