Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Junts por Jaén, Junts por La Línea y el PP
Voces nuevas
El tiempo pasa volando”. A medida que crecemos la percepción de los días y los años va cambiando y notamos cómo los minutos se nos escapan de los dedos. Cuando éramos niños solíamos recordar cada verano como una vida entera, en la que éramos capaces de enamorarnos para siempre, llorar, reír, forjar amistades nuevas y vivir historias tan intensas capaces de ser guardadas en el alma hasta el fín de nuestros días. Sin embargo, a medida que cumplimos años la rutina comienza a envolvernos y a atraparnos. Y sin darnos cuenta, nos sumergimos en un universo de obligaciones y de exigentes metas muchas veces inalcanzables. Las preocupaciones por el físico, por no tener el dinero suficiente en la cuenta o por mantener relaciones sociales (la mayoría de las veces de lo más superficiales) hacen que nos olvidemos de lo que de verdad cuenta: las pequeñas cosas de la vida. Un abrazo a tu madre, un rato con tus sobrinos, ese paseo al atardecer en la playa, la lectura un sábado en el sofá sin prisas, ese reencuentro con la amiga que hacía meses que no veías, una siesta en un día de lluvia, cruzarte con personas especiales e incluirlas en tu vida, un viaje, tu comida favorita, esa charla que sana con una persona mayor, una mano tendida a quién lo necesita…
Comienza un nuevo ciclo y con él la marea de nuevos propósitos y de frases virales de Instagram que invitan a soñar con que “el 2025 será nuestro año”. Como todo en los tiempos que corren, hay tanto que elegir en un mundo “a la carta” que el escoger una sola meta para ser más felices el año que entra se vuelve casi imposible. Mejorar mi inglés, terminar una media maratón, hacer mi primer Hyrox, enamorarme, seguir estudiando, hacer el Camino de Santiago, viajar sola, aprender a cocinar, comprar la Lotería cada semana, ahorrar para comprarme un piso… mi lista se engrosa por momentos y mientras escribo, comienza a entrarme ansiedad. Luego, paro en seco, respiro y pienso en cómo terminé el año. Lo hice, seguro que como muchos, con lágrimas en los ojos y la sensación de haber perdido la esperanza por historias que no salieron como planeé. Y me doy cuenta de que la vida no se planea. La vida simplemente pasa y nos aborda, sin previsión, sin preguntarnos si es lo que queríamos. Por eso, este año además de salud, solo pido tener paz, amor propio y aceptación, para conseguir hacer de cada día, por más crudo que se vuelva, algo único y menos malo. Sin pretensiones, viviendo despacio, con el mismo amor, fe y esperanza de aquella niña que encontraba en un efímero verano la intensidad de una vida entera.
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