Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
La aldaba
La Fiscalía depende de quien depende, los ministros pasan a magistrados del Tribunal Constitucional, fiscales generales de Estado o gobernadores del Banco de España; y el poder legislativo merece el desdén del jefe del Ejecutivo. Y no pasa nada. Los ciudadanos estamos curados de espanto. Cada día es más difícil encontrar adjetivos para definir los rasgos del sanchismo. La desfachatez está normalizada. No hay más reglas que las que permiten permanecer en el poder. El Senado no vale porque el Grupo Popular tiene mayoría absoluta. Y el Congreso de los Diputados es expresa y directamente despreciado porque el señorito necesita de todos sus aliados durante todo el tiempo. Y esa ultradependencia de gente tan distinta debe ser un quebradero de cabeza. La verdad es que, mirado con perspectiva, no hay lugar a la sorpresa. El día que Sánchez confió en el diputado Óscar Puente para responder al candidato a la investidura Feijóo estaba ya degradando la Cámara Baja, además de romper por enésima vez una costumbre de la política española por la que son los líderes de los grupos políticos quienes asumen ese papel, dada la importancia de lo que se debate y vota. Cuando Alfonso Guerra llegó a la Moncloa en 1982 se encontró con los cajones vacíos o con papeles inútiles, según ha contado en alguna ocasión. Miedo da imaginar cómo hallarán las instalaciones los sucesores de este presidente que está siendo verdaderamente único. Toda ruptura, toda falta de respeto, todo desahogo, toda ausencia del decoro debido es presentado como algo absolutamente normal e incluso recomendable. El sanchismo solo se puede digerir acudiendo a una suerte de ejercicios espirituales diseñados para la ocasión donde se eñseñe que todos los jueces son represores, todos los periodistas críticos son herederos directos de fascismo, todo el que censura los pactos con legatarios de ETA son unos rencorosos que ponemos palos en la rueda de la reconciliación, todo el que está convencido de la inconstitucionalidad de la Ley de Amnistía unos firmes enemigos de la convivencia en Cataluña... Y así, con el cerebro bien lavado, se debe vivir mejor, más felices, más plenos y más integrados. Añadan que el presidente ha tenido un gran detalle humanitario al conceder asilo al presidente electo de Venezuela. Un detallazo que demuestra una gran humanidad, sentido de Estado y altura de miras. Já. Estamos a un paso de que nos tengamos que referir a Sánchez como “Pedro, buena gente”. Todo un hombre de paz. ¿O ese era Zapatero? El silencioso. El gato le comió la lengua en Caracas. Pero su labor es fundamental. Eso nos dicen... en los ejercicios espirituales.
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