No one is above the law

06 de junio 2024 - 00:45

No one is above the law” (Nada está por encima de la ley) se leeía en una gran pancarta que enarbolaban unos manifestantes contra Donald Trump en el curso de la última sesión del juicio celebrado en Nueva York y en el que el instigador del asalto al Capitolio (otro delito), ha sido declarado culpable por el soborno a una ex actriz porno. Uno contempla la exaltación de ese gran principio legal con una sensación de sarcasmo cuando ese mismo día en España el Congreso de los Diputados aprobaba por mayoría la Ley de Amnistía, pese a su patente inconstitucionalidad, por la única razón de que el actual presidente del gobierno pueda seguir en el cargo, llevándose por delante delitos tan execrables como la sedición, la prevaricación y otros igualmente punibles cometidos por quienes intentaron quebrar la unidad de España y prometieron reincidir en ello si se les condenaba. Una burla a la legalidad democrática y al Estado de Derecho por parte de aquellos que vulneran la inviolabilidad de un territorio y el respeto a unos principios garantizados por la Ley.

Ellos, para los que la ambición de un pretencioso presidente, que ha hecho de sus derrotas electorales un vivero de concesiones que le aseguren el apoyo de quienes resultan liberados de culpas y delitos, se ven, así mismo, alentados, además, por un fructífero histrionismo ideológico propicio al aumento descontrolado del déficit público con tal de complacer al pueblo con ayudas que puedan relacionarse con el mantenimiento del sistema y la preponderancia populista de la izquierda, el incremento de las tensiones entre partidos que avalen sus fricciones ante los enemigos que se inventan, el denodado empeño en dominar el poder judicial y los medios informativos, su intromisión en el ámbito económico y su proverbial desprecio de la verdad, diseñan perfecta y desgraciadamente el panorama político de la España actual. Toda esta ominosa circunstancia sí que es fango cenagoso, pantanoso y despreciable. Pero en este trance, complejo y desquiciado, el presidente del gobierno trata por todos los medios de desviar la atención sobre los graves problemas que le acucian muy directamente en su ámbito familiar y en el político, en el que, en abundancia de contrariedades, su compañero de partido García Page se suma al grupo autonómico del PP contra la amnistía. Y tras celebrar a coro con sus ministros y otros serviles voceros su triunfo en las elecciones catalanas, su apresurada euforia sobre la derrota nacionalista y la presunta convivencia y el reencuentro pacífico, las huestes de Puigdemont y de Junqueras se apresuran a reivindicar el referéndum, a proclamar, en la voz siempre corrosiva de Rufián “la derrota del régimen del 78” y la presidencia de la Generalidad para el prófugo amnistiado. Las vicisitudes para el gobierno de Sánchez se agravan. Sólo nuevas concesiones, que a nadie sorprenderán tratándose de Sánchez, pueden salvar su vulnerabilidad. Aquí sí se puede estar por encima de la ley.

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