01 de septiembre 2024 - 03:07

Las opiniones están ganando la batalla a la información y análisis. Paradójicamente hago esta afirmación en la sección de “Opinión” de este periódico en el que hoy, el colectivo “La otra orilla” retoma el compromiso con sus lectores tras el descanso estival. Últimamente devoro con interés sociológico la lista de comentarios que los lectores añaden al cuerpo de las noticias de ya prácticamente todos los diarios. Según de qué tema se trate, obviamente los más mediáticos y polémicos, se pueden llegar a acumular más de quinientos. Muchas veces estos comentarios son respuestas a otros hechos anteriormente, en una especie de bucle del “tú, pues anda que tú”. Los últimos que he seguido, eludiendo los relacionados con la áspera política, se referían a la razón por las que España (y la gran mayoría de naciones del mundo) tenían un índice de natalidad tan bajo. He leído comentarios relacionados con perros y gatos vs hijos, de jubilaciones y cotizaciones sociales y maximalismos del tipo: criar a un hijo es una responsabilidad que no quiero asumir, o, nos deberíamos extinguir por el bien del planeta.

Supongo que esto debe ser una proyección de lo que a diario arrojan las llamadas “redes sociales”, digo supongo porque nunca he tenido perfil alguno en ellas. Debates abyectos, insultos gratuitos, zascas hirientes y soluciones excluyentes y simples a problemas complejos.

En general, en la vida, hemos dejado de escucharnos, empezando por nosotros mismos. No escuchamos a nuestro cuerpo, se llenan horas de información meteorológica pero no somos capaces de mirar por la ventana y percibir cómo viene el día, algo que siempre hizo la gente antigua del campo, no sabemos cuando es necesario parar, y, mucho menos cuando hay que dejar de hablar. Estamos todo el día como perros de presa, defendiendo nuestras ideas, o los argumentarios que nos hacen llegar aquellos que piensan como nosotros, para arrojarlos como cócteles molotov contra el adversario, que no se merece ni agua, o, el peor pecado: que le demos la razón en algo.

Esta longeva columna de “La otra orilla” no pretende convencer a nadie. Entre sus miembros no hay pensamiento único, discrepamos y vemos los matices, lo único que nos cobija es la necesidad primaria de dar voz a lo que está oculto, y denunciar lo que es injusto, siempre con la mirada en los más empobrecidos. Si se atreven a leernos, aunque no siempre estén de acuerdo, bienvenidos.

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