Desde la Ría
José María Segovia
Gran orquesta
Su propio afán
Nuestro José Aguilar advertía en estas páginas de opinión que, desde la fontanería del PSOE, sostienen que no toca hablar de la amnistía ni de las cesiones fiscales a los nacionalistas. Que no toque me toca la moral. ¿Porque son dos temas gravísimos que han hecho saltar por los aires el Estado de Derecho? Sí, por supuesto, pero también le tengo una inmensa manía, en general, al orden del día y a la orden del día. Por amor a la libertad de expresión.
El orden del día era muy del gusto de Jordi Pujol; y lo fue de Aznar, que me dijo una vez que el tema del aborto “no tocaba”, y yo le respondí que tocaba a los nascituri de cerca, y no le gustó, y me mandó lejos. También Rajoy se hizo una larga lista de temas que ni tocaban ni trocaban. Lógico: cualquiera con ordeno y mando quiere imponer su orden del día.
Más allá de la pereza, el móvil es la caducidad y la prescripción, como ha pasado en tantos juicios por corrupción. ¿Se fijaron en lo rápido que prescriben o se anulan por vicios de forma los juicios a políticos en España? Pues lo mismo pretenden ante el juicio de la opinión pública por los incumplimientos o por los escándalos caducados u obsoletos o tapados –en una especie de estafa piramidal– por nuevos escándalos más gordos o por incumplimientos más burdos que serán tapados por los novísimos escándalos o por los más que seguros incumplimientos. Igual que hay una impunidad judicial rematada, en su caso, con un buen indulto, tenemos una paralela impunidad mediática sobrevenida por sobredosis. Esto crea otro incentivo para producir escándalos. Además de molestar a la oposición –lo que enardece a los militantes– y de llevárselo, en su caso, calentito, condona los disparates previos.
La libertad de escribir de lo que uno quiera deviene imprescindible ya que subvierte el control interesado que el poder quiere tener de los temas de debate público. Que yo pueda rememorar, sin caer en el señuelo del último grito, la amnistía de Puigdemont, el regalo de los impuestos a Cataluña, el supuesto feminismo de Ábalos o incluso los ERE, interrumpe la prescripción cronificada que les concede el cronómetro y la contrarreloj de la crónica sincrónica.
La memoria es resistencia. Por eso la quieren controlar desde el Poder y le hacen hasta leyes ad hoc. Nos ordenan tener muy presente a Franco, con perdón, pero echar borrón y cuenta nueva a ETA. Nosotros recordaremos lo que nos dé la gana.
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