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Carlos Colón
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EN estos días de navidades, ahora que no hay colegio y los más afortunados disfrutan de vacaciones y días libres, es un gran momento para salir y participar en muchas de las propuestas que se ofertan en toda la provincia, vinculadas (o no) a las fiestas. Cada municipio trata de ofrecer lo mejor de ellos mismos, con más o menos posibilidades, la mayoría de veces con toda la sencillez que les caracteriza. Y eso, sin duda, es el mejor reclamo para reivindicarse entre sus vecinos y captar la atención de los ajenos para que se aventuren a visitarles.
No puede haber mayor aventura para un onubense que atreverse a salir de su entorno inmediato y acercarse a cualquier otro punto de la provincia. Da igual que alguien resida en la capital, en la Sierra, en el Andévalo, en la Costa o en el Condado, todos tenemos la oportunidad de escaparnos por unas horas, también por unos días, y cambiar de escenario y de gentes para descubrir algo nuevo o recuperar memorias pasadas, incluso las más próximas y recurrentes, que nos permitan conocer Huelva, saber de sus rincones, sus valores y aprender a entenderla y comprenderla. Sólo así es cuando descubriremos realmente qué significa ser de Huelva, en toda su extensión, con todos los matices y la riqueza que se han ido aportando con los siglos a ese espacio común que nos define.
No hay que quedarse en la superficie, por más que se nos llene la boca y se nos hinche el pecho hablando de jamón y gambas, del Recre y de Doñana, de las minas, los castillos y las playas. Porque es seguro que tantas referencias como esas vienen recogidas con poca experiencia propia, por más que algún manjar de la tierra pase por nuestra mesa o alguna escapada esporádica nos haya ofrecido un relato que repetir.
Ya sucedió en tiempos de pandemia y de confinamiento municipal, que muchos aprovecharon para descubrir lo que siempre han tenido al alcance y nunca vieron con sus ojos. Pasó en la capital, cuando tantos onubenses, jóvenes y mayores, en busca de paseos al aire libre, conocieron el Parque Moret o la playa del Espigón, o volvieron a ellos tras décadas sin hacerlo. En la provincia ocurre igual. También con aquellos que no frecuentan la ciudad o no se plantean investigar qué se encuentra al otro extremo; de Almonte a Rosal de la Frontera, de Santa Olalla del Cala a Ayamonte.
Estos días festivos, como cualquier fin de semana del año, son una ocasión propicia para descubrir por nosotros mismos, en nuestra provincia, muchas de las maravillas que buscamos o admiramos fuera, al salir al resto de Andalucía y España o al extranjero. Y este ejercicio en casa, a un par de horas en coche a lo sumo, nos regala una experiencia que nunca encontraremos en otro sitio. Porque es de esta forma –y lo dice un orgulloso andevaleño– como conoceremos nuestra realidad más cercana, la de nuestros paisanos, la de esta tierra, que es la nuestra, con la que debemos identificarnos porque es parte de nosotros mismos y de lo que nos define.
Sólo el conocimiento de todo esto, de todo lo que nos rodea, de todo lo que aprendamos en este recorrido más vital que turístico, nos reportará arraigo a nuestra provincia y aflorará un profundo sentimiento de pertenencia a Huelva por vernos reflejados en todo lo que nos caracteriza como onubenses. Cuando conozcamos todo eso, y cuando de verdad lo interioricemos y lo sintamos, se despertará en nosotros el orgullo auténtico de ser de Huelva, que es lo que nos debe mover en la defensa de lo nuestro.
Así, sólo así, quizá, probablemente (esperemos), seamos conscientes de las afrentas sufridas y reaccionemos. Puede que así nos levantemos y nos movamos, por ejemplo, porque nos obliguen a esperar 27 años más, hasta 2050, para ver un tren de alta velocidad en Huelva. Y aunque algunos ya tengamos difícil verlo, hagámoslo por nuestros hijos y por esta provincia nuestra, la que insistimos en que debemos conocer y querer, identificarnos y aprender a defender siempre de verdad.
Hasta entonces, sigamos haciendo turismo verde por carretera, en la maltrecha red de la provincia. El destino, en cualquier caso, merece la pena. Nos encontraremos con nosotros mismos, nuestra Huelva y esa identidad que debemos resistirnos a perder, por más que nos condenen al olvido en este rincón del mapa, como a un niño castigado en clase. Si así va a ser, no podría haber mejor prisión que esta provincia. Aunque nos dejen morir en ella.
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