El Oscar y la nueva caza de brujas

La ciudad y los días

03 de febrero 2025 - 03:07

Como parece que actuar bien o mal es menos importante que ser trans o manifestar opiniones políticas o directamente incorrectas, Karla Sofía Gascón, una de las favoritas al Oscar gracias a su interpretación en Emilia Pérez, por la que obtuvo el premio a la mejor actriz en el festival de Cannes, jaleándose mucho que fuera la primera actriz trans premiada, ve peligrar o esfumarse su candidatura al Oscar después de que se hayan hecho públicos sus tuits anti islámicos –“El islam se está convirtiendo en un foco de infección para la humanidad que hay que curar urgentemente”, “Cuántas veces más la historia tendrá que expulsar a los moros de España”– a los que se unen algunos contra los chinos o un grupo musical coreano: “Estoy hasta la madre de que cada vez que voy a buscar una noticia en Twitter importante me salgan 200 de los putos chinos de BTS ó 200 tocándose la verga”.

Que sus opiniones, por muy groseras y condenables que sean, influyan negativamente en su candidatura al Oscar me parece tan absurdo como que ser trans influyera positivamente. ¿Es una buena actriz o no? ¿Su interpretación merece ser premiada o no? Esta, y no otra, es la cuestión. El Oscar no premia la bondad, la ejemplaridad, el género, la ética o lo positivo de las opiniones o actitudes personales, sino la calidad de un trabajo. Si se tienen en cuenta otras cuestiones que suceden fuera de la pantalla se incurre en una forma de censura. A los censores nunca les ha preocupado la calidad de los autores que censuraban, sino su ideología o su moralidad.

La actriz ha sido primero beneficiaria y después víctima de la terrible corriente que mezcla la valoración objetiva del arte con las vidas personales u opiniones de los artistas, supeditando lo primero a lo segundo. Que la carrera de uno de los más importantes directores del cine americano, Woody Allen, quedara truncada por estas cuestiones es uno de los ejemplos máximos de esta aberración.

Hubo un tiempo en que un artículo de las columnistas Louella Parsons y Edda Hooper –que bautizó su mansión de Hollywood La casa que edificó el miedo– sobre la vida personal de una estrella podía acabar con su carrera. Al igual que lo hacía ser incluido en la lista negra durante la caza de brujas del senador McCarthy. La corrección política, la cultura woke y los millones de Parsons, Hooper y McCarthy de las redes sociales lo han resucitado.

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