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Desde los programas de telebasura al universo de las redes se repite el concepto “creador de contenido”. Busco su definición: “persona que produce material informativo, educativo o de entretenimiento destinado a ser compartido a través de diversos medios y plataformas en el entorno digital” (se olvida el de la telebasura). Añadiéndose que, “si originalmente eran en su mayoría profesionales en campos como el periodismo, la publicidad y la producción de medios, con el advenimiento de la tecnología digital prácticamente cualquier persona con una conexión a internet tiene la capacidad de convertirse en un creador de contenido”. Esto se interpreta como una “democratización de la tecnología y las redes” que atrae a “los futuros talentos del mundo, los famosos de las nuevas generaciones” que, “con su nuevo papel de líderes de opinión, creadores de tendencias, su imagen y comunidad de seguidores, han conseguido ser un elemento esencial para llegar al público objetivo y auténtico y, con ello, generar ingresos millonarios tanto para ellos como para las empresas que los contratan”. Y no solo eso. Dice una influencer muy famosa que ella asume “una responsabilidad para influir de manera positiva en sus seguidores, especialmente entre la audiencia más joven, transmitiendo buenos valores y comunicando cosas buenas a los más jóvenes”.
Me preocupan las palabras “educativo”, “líderes de opinión”, “creadores de tendencias”, “influir de manera positiva” y “transmitir buenos valores”. Según el Observatorio de palabras de la RAE, “influencer es un anglicismo usado en referencia a una persona con capacidad para influir sobre otras, principalmente a través de las redes sociales”. ¿Quién influye? ¿Qué valores transmite? ¿Qué títulos o méritos tiene para hacerlo? Cuidado. Desde la paideia, “el ideal que condujo a los griegos a la conciencia de sí mismos, en aras de generar una visión del hombre y de educarlo” que estudió Werner Jaeger en su imprescindible Paideia: los ideales de la cultura griega, a las modernas pedagogías, se ha procurado que la educación y la transmisión de valores estén en manos responsables. Cuidado también con contaminarlo todo con las tonterías del presente buscando superficiales modernizaciones. El papa llamó a la Virgen “la influencer de Dios”. Y algunos clérigos y laicos entusiastas han llamado a Jesucristo “el mayor influencer de la humanidad”.
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