El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Lo bueno de ser un tieso de la vida es que te ahorras muchos problemas. Vale que no te da para Lamborginis ni chaletes, y que el pago de impuestos te pilla siempre a trasmano y que nunca sobra nada a fin de mes, pero te libras, por ejemplo, del disgusto de que Hacienda te quite la mitad de lo que ganas, aunque con la otra mitad te sobre para tres vidas, o los sustos que les da la Bolsa. A nosotros, los tiesos, que se hundan los valores del Íbex o el Nikei nos la repanfinfla, porque nadie se arruina cuando ya lo está. Tampoco nos preocupa demasiado lo de morir en un accidente aéreo. Eso inquieta más a los no-tiesos, porque, al fin y al cabo, se suben al avión mucho más a menudo que nosotros. Viajamos poco, y esa es otra de las cosas buenas de la tiesura, al menos para mi gusto, porque así me ahorro la vergüenza ajena de ver, y que mis hijos vean, cómo cuidan las cosas en otras ciudades.
Si han estado en la feria de otoño se habrán dado cuenta de que el parque de Zafra, por ejemplo, tiene una pista deportiva que, además de servir de botellódromo, tiene el curioso atributo de que no tiene vallas. Las quitaron el año pasado, para lo de los caballos, y no se supo más de ellas, así que cuando los chavales juegan al baloncesto o al fútbol (si caben, que la pista da servicio a más gente que las del aeropuerto de Pekín) terminan corriendo más que si estuvieran jugando en el Bernabéu. Por allí la gente hace running y fitness y todas esas cosas, pero creo que no es por gusto, sino porque no pueden sentarse. No hay cosa más vieja, más incómoda y más escasa que los bancos del parque de Zafra. Los que están enteros, claro, porque la mitad andan mutilados. Tampoco se pasea mucho por allí, ¿saben? El personal va más bien al trote (seguimos con la hípica), no solo porque por algunos tramos da miedo pasar, que también, sino porque tampoco hay mucho con lo que deleitarse. Los árboles son cada vez menos (también pasó por aquí el de la motosierra) y las pocas flores que quedan hace mucho que dejaron de ver el agua, y no me refiero solo a la del estanque que taparon para ponerle encima una caseta.
abr
Ya les digo que como puerta de entrada a la flamante Marina del Odiel, el parque de Zafra no tiene desperdicio, y no digamos de esa otra cosa espeluznante, el Alonso Sánchez, al que llamaron parque por no decirle algo peor. Mi amigo Luis Alfonso, a quien seguro que conocen ustedes por sus geniales vídeos sobre Huelva, lo explica estupendamente en una serie que ha dedicado en exclusiva a la faraónica estructura, que ya que no podemos derribarla al menos podríamos hacerle una revisioncita. Aquí no se salva ni el Parque de las palomas. No sabe uno si el estanque de los patos está pintado de verde o todo es de la mierda que acumula. Yo, por si acaso, le digo a los niños que es el color de la pared, no sea que piensen mal de su ciudad, aunque en cuanto dejemos de ser unos tiesos y nos dé por viajar se van a dar cuenta de hasta qué punto tenemos en Huelva abandonados nuestros parques. De la imagen de ciudad decrépita, acabada, que damos a quienes vienen a la ciudad “donde todo comienza” y, peor aún, de lo mal que nos tratamos a nosotros mismos. Aunque a lo mejor hasta nos lo merecemos.
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