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David Fernández
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Cuerda Desatada
Probablemente, nunca El Partido haya tenido un rostro más emblemático. Mr. Handsome absoluto, Pedro Sánchez bien podría haber sido creado por una IA, aunque no hay nada de artificial en su inteligencia: mucho más capaz en el juego político que cualquiera que se le ponga al lado, tiene además el don de la baraka, de caer siempre panza arriba, de contar con los ases y los hados.
Pedro Sánchez encarna la esencia misma del PSOE: el vender prácticamente el mismo producto que vende la derecha –o ponerle una autopista de cuatro carriles a posteriores desbroces–, pero envuelto en purpurina, celofán o una sonrisa bonita.
Quizá asombre a muchos, porque creo que el nivel actual de ruptura con la realidad es muy acusado, pero el PSOE –como bien sabía Krahe– ha hablado siempre con lengua de serpiente. Por eso puede decir –y mejor que sea con el empaque de Pedro Sánchez, por supuesto, porque la belleza nos hipnotiza– que ha aumentado la capacidad de ahorro de los españoles, mientras la mayoría sufrimos en primera línea la pérdida vertiginosa de poder adquisitivo; que su compromiso para erradicar el problema de la vivienda es absoluto (sin comentarios); que queremos proteger a Palestina, pero vendemos armas a Israel; que llevamos siendo años “el gobierno más feminista de la historia” cuando se ha renunciado de facto a los principios de abolición de género, prostitución y vientres de alquiler que centran la agenda feminista –derogar la disposición de 2010 que permite que rule la gestación por sustitución por la puerta de atrás no parece tan difícil–. Oh, y también pondremos bajo lupa qué se puede decir y qué no, por el bien de la información y de la libertad de expresión.
Para rematar el sprint del gobierno también más progresista de la historia, este mes de agosto se ha colado –a través de dos Cámaras y de multitud de asesores– un “error” que deja sin protección ante el despido a quien pida adaptación laboral por conciliación; se ha hecho público el planteamiento de trabajar hasta los 72 años para obtener el 100% de la pensión y se ha pactado privatizar a través de mutuas las bajas comunes de origen traumático.
Pero qué guapos somos, cómo paramos el fascismo y qué gusto da estar en el lado correcto del devenir de los tiempos.
El Partido –que es lo que ha terminado siendo el PSOE, en el sentido más orwelliano del término– debería tener cuidado con este juego de disociación, porque el vacío entre discurso y realidad lo terminan ocupando monstruos.
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