La otra orilla
Javier Rodríguez Rodríguez
Sólo el pueblo salva al pueblo
El Malacate
Huelva/EL más importante cineasta español de la historia, Luis Buñuel, ganador del Óscar antes que ningún otro, era muy respetado por las leyendas de Hollywood. John Ford, Alfred Hitchcock, William Wyler, Billy Wilder y George Cukor, entre otros grandes directores clásicos (sólo faltó Fritz Lang, por enfermedad), le tributaron un homenaje particular con una comida en la casa de Cukor en noviembre de 1972. De aquello queda, probablemente, la más valiosa fotografía coral en el cierre de etapa del cine clásico.
Sólo cuatro años después de aquello, en diciembre de 1976, Buñuel estuvo en Huelva. Le escribió para invitarle el director del Festival de Cine Iberoamericano, José Luis Ruiz, por mediación de un buen amigo común, el actor Fernando Rey. Buñuel, cuenta Ruiz, respondió que sí cuando fue a verle a México, donde residía. Vendría a Huelva. “¿Por qué no?”, le dijo. Con toda naturalidad, sin más exigencias. Y aquí estuvo en la segunda edición de lo que había empezado un año antes como Semana de Cine Iberoamericano, para ser ya parte de nuestra historia y la del propio cine en España.
Desde ese arranque tan potente han pasado los años y hemos llegado a este noviembre de 2024 celebrando la 50 edición. Un documental, Medio siglo de cine, dio protagonismo a esta dorada efeméride en la gala de inauguración del viernes. Eso y un aplauso general (que lamentablemente no llegó a ovación en pie) al creador, José Luis Ruiz, que debería recibir mucho más por cuanto ha hecho por este Festival, por el cine iberoamericano y por la cultura en Huelva y en España. Por lo menos entregarle en estos días, por ejemplo, el Premio Ciudad de Huelva, que merece como nadie y vendría de su propio festival.
Porque él es hombre de cine y ha hecho tanto o más por la industria y su desarrollo en ambas orillas que muchos de los que lo han recibido. Porque esta 50 edición debería hacer un homenaje así, extensible a todos cuantos desde dentro ayudaron a hacer grande este festival, desde 1975 hasta ahora. Por supuesto, con el complemento de ese maravilloso documental lleno de cariño y buenos recuerdos que sólo puede hacer una onubense como Remedios Malvárez. Tenemos la suerte de que José Luis y su inseparable Vicente Quiroga, como algunos otros del equipo fundador, siguen entre nosotros para recibir en persona ese agradecimiento de Huelva y del mundo del cine. Y así, además, quienes ni les conocen ni tienen referencias suyas sabrán que aquí hemos tenido también grandes emprendedores culturales contemporáneos que han llevado a Huelva a donde ni el AVE ni los aviones aún nos llevan.
El Festival ha perdido la ocasión de hacer a su creador un homenaje más contundente
No sólo Buñuel, aquí estuvieron también Berlanga, Bardem (no Javier, su tío Juan Antonio, el director), Saura, Garci, Trueba, Colomo… Aristaráin, Gutiérrez Alea, Cabrera… los actores y actrices más populares del momento, leyendas americanas, españolas y europeas, literatos ganadores del Nobel, del Cervantes, cartelistas, diseñadores y artistas de primer nivel, que caminaban entre masas por las calles de Huelva, como grandes estrellas de rock, fueran las folclóricas, Cantinflas o el mismísimo Chanquete resucitado. Todos pasaron por esta muestra onubense de finales de año. Inalcanzables ahora las figuras actuales, impensable algo parecido en la actualidad.
Está claro que no podemos vivir permanentemente en la nostalgia, apelando a ese brillo del pasado que irremediablemente se fue. Pero este año debemos echar la vista atrás, no por lamentarnos de los tiempos pasados, sino por conocer los orígenes, su esplendor y dar valor a lo que tenemos.
Hemos llegado hasta aquí gracias a la firmeza de aquellos primeros pasos, y gracias a eso más de una generación ha crecido en Huelva con el Festival en las salas. En muchos casos, viendo una película por primera vez en una pantalla y sala grande, en uno de esos pases escolares que llegaban a toda la provincia. Y en los mejores casos, ahondando esos mismos pequeños en su curiosidad, alimentando una afición y creciendo en la adolescencia y su juventud adentrándose un poco más en el cine. Dando a jóvenes y adultos el privilegio de conocer otras culturas y realidades, puntos de vista e inquietudes diversas, y un nuevo mundo que, cuando menos, alcanzaba otro continente al otro lado de nuestro océano Atlántico, o se disparaba al infinito en las mentes más inquietas, abiertas a crecer en el más amplio sentido. Todo un ejercicio de Cultura, con mayúsculas. Tan necesaria e imprescindible siempre, como ahora lo es más que nunca. Cultura sanadora y salvadora, y esperanza cuando todo se torna gris.
Es una razón de peso (realmente la principal) para que miremos a este festival de cine en esta 50 edición y nos preocupemos por lo que vendrá después, por su futuro. Lo de este año no debe ser un final de etapa sino un comienzo de otra nueva, avanzando a algo mejor, evolucionando y creciendo.
“Siempre he tenido claro que para hacer las cosas hay que pensar en grande, si no, no merece la pena”. Esa idea compartida por José Luis Ruiz en el documental de Remedios Malvárez. Y con esa ambición a la que apela el fundador, no perder fuelle tras este hito de las Bodas de Oro. Nada acaba aquí y hay por delante más para crecer, aumentando presupuesto y, sobre todo, ideas renovadoras, frescas, sin perder el rumbo y teniendo clara una identidad inequívocamente ligada a Huelva que no se debe perder.
Éste es el Iberoamericano, ahora proyectado como Festival de Huelva, con su marca y verdadera identidad, de la que debe sentirse orgulloso y potenciar, en un segundo plano. No importa que otras muestras de cine de mayor envergadura hayan acudido a ese filón que es el cine hecho en Latinoamérica. La marca que es Huelva para éste tiene un valor incalculable que no podemos perder. Como comparte con La Habana desde el inicio. Y como el talento emergente actual entiende que sólo el vínculo al palmarés de Huelva en su trayectoria puede aportarle prestigio en la esfera iberoamericana, que es en la que realmente se van a mover la mayoría de ellos. Otros, los más afortunados, y casi siempre los más talentosos, han conseguido traspasar barreras internacionales y llegar allá desde donde más se les puede ver. Pero antes se les ha visto aquí. Cosas del privilegio que da este Festival a los onubenses.
Hay que abrirse a los nuevos tiempos, no perder la vista más allá del Atlántico y abrazarse siempre a Huelva y su gente, que son el verdadero motor. Aquellos pioneros contagiaron a una provincia entera para regalarles cultura, y a un continente americano, al que dieron un punto de encuentro anual en el que descubrirse social, cultural y cinematográficamente. Ese concepto sigue muy vigente y no se debe perder ni en la época de mayor acceso a la información y la comunicación de la historia. Huelva debe seguir siendo un puente imprescindible para la cultura.
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