07 de febrero 2025 - 03:06

Bueno, pues Trump ha vuelto y parece que más Trump que nunca. Hace unos días una americana afincada en Huelva durante este curso me preguntaba que qué opinaba del presidente de Estados Unidos, e ingenuo de mí, le respondía que, sin generarme confianza, un poco pasaba del tema porque era más una problemática de los estadounidenses. Pues se ve que no. Que aranceles por aquí, aranceles por allá, que si deporto a tal país, que si Groenlandia y ya de remate lo de Gaza. Gaza y el sempiterno conflicto, cada vez menos comprensible. Porque ahora el multimillonario POTUS tiene la gran ocurrencia de pacificar la zona vaciándola y quedándose bajo gestión de EEUU para convertirlo en una Riviera mediterránea. Alguien debería decirle a Trump que se fuera a la Biblia, al Antiguo Testamento, y que se fuera a episodios como el de David y Goliat o el de Sansón y Dalila (“infame, los hilos de la fuerza supo cortarle”, que cantaran los hermanos Toronjo). En ellos ya se escenifica la enemistad de Israel con los habitantes de Gaza, en aquel tiempo llamados filisteos, ahora palestinos. La evolución fonética, misma palabra para distintos habitantes. Probablemente, si esas tierras estuvieran del lado del desierto en lugar de ser costas del Mediterráneo, habrían tenido mucha menos controversia.

Menuda ocurrencia la de decir que alguien no debe estar en un sitio, que no es habitante, como si sus raíces no estuvieran ya bien asentadas. Lo triste es que se va extendiendo ese tipo de pensamiento que lo mismo decide de dónde eres que dónde debes estar. Como si la historia de Occidente no fuera el de movimientos poblacionales y sustratos sobrepuestos. Quien quiera moverse, que sea libre para hacerlo. Quien quiera quedarse, que sea libre para hacerlo. Sin aspavientos. Sin cortapisas. Sin cartas de naturaleza. Hay que echar cuenta a Antonio Machado cuando dice “desdeño las romanzas de los tenores huecos”, a lo que suma: “a distinguir me paro las voces de los ecos”. Porque cada vez aparecen más discursos vacíos, cada vez más ecos que se reproducen como papagayos. Y eso es peligroso. Aún vivimos en una ciudad donde dos de sus arterias principales se llaman Avenida de Italia y Avenida de Alemania como homenaje fascista. Dan qué pensar el olvido, el desconocimiento y ciertas fórmulas repetidas a pequeña o gran escala. Mi patria depende de mi manera de sentirla, y tengo claro mis principios, que no dependen de los miedos.

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