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Ignacio Martínez
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Han hecho falta dos meses de trabajo diario, más unos cuantos años de estudios, planificación, ensayos, diseños y pruebas de todo tipo, pero por fin los arqueólogos han logrado extraer al completo -terminaron este mismo domingo- el pecio fenicio descubierto en Mazarrón (Murcia) en 1995 y que permanecía hundido en sus aguas desde hacía 2.600 años. Un proyecto impresionante, sin duda, que ha combinado la tecnología más avanzada con el trabajo artesano de los arqueólogos, que han sacado el barco en nada menos que 22 porciones, coincidiendo con los 22 trozos y grietas que ya se habían identificado antes bajo el agua, para estudiarlos y recomponerlos en tierra. La extracción ha deparado alguna sorpresa, como por ejemplo buena parte del ancla de la embarcación, que, al contrario de lo que se pensaba, seguía allí abajo y constituye por sí misma una pieza de especial singularidad, ya que solo se conservan otras dos parecidas en todo el mundo.
Como les decía arriba, el pecio fue descubierto en 1995, y ya en 1999, solo cuatro años después, se realizaron los primeros trabajos de exploración. Cosas de la vida, ese mismo año fueron rescatadas por el Seprona las estatuillas de bronce de Reshef y Anat, las dos piezas fenicias de bronce que encontró en la ría de Huelva el pescador puntaumbrieño Pedro García. Lo más curioso es que desde entonces -y estamos hablando del siglo pasado- se sospecha que la embarcación en la que viajaban aquellas estatuas permanece hundida aquí mismo, muy cerquita del puerto exterior. Varios pescadores, algunos marineros, simples curiosos, buzos y hasta reconocidos arqueólogos aseguran haberse topado en el fondo de la ría con una forma compatible con lo que podrían ser los restos del pecio (una embarcación fenicia que podría tener cerca de 5.000 años), justo en el lugar del que Pedro sacó las estatuas. Lo sabe la Junta, que incluso llegó a anunciar unas prospecciones que no se realizaron nunca, y también lo sabe el Puerto, que se ha hecho el ciego, sordo y mudo desde entonces. Lo saben en el Ministerio y lo sabe el CSIC, lo saben la Universidad, el Ayuntamiento e investigadores de dentro y de fuera, pero nadie mueve un dedo.
Lo más terrible es que esto, que en cualquier otro sitio sería una vergüenza, a nosotros ni nos sorprende, tan acostumbrados como estamos a pasar por encima de nuestra historia como si fuéramos el mismísimo caballo de Atila, por mucho que luego -panda de cínicos- compartamos con obsesiva fruición, como si nos importara, cualquier noticia en la que se diga que somos la ciudad más antigua de occidente o que tenemos las mejores gambas del mundo. Entretanto, en Mazarrón culminan una excavación histórica, en Cádiz sacan galeones del agua como el que saca ortiguillas y, para colmo, en Extremadura se llevan Tartessos a Madrid mientras nosotros metemos su puerto en cajitas y lo guardamos en un almacén. Porque somos así de chulos. O así de tontos.
el gato al agua
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