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Como es domingo, día de precepto, voy a comenzar con una cita evangélica de Juan, 8: 7-11: “Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo”. Esta frase lapidaria me vino a la cabeza tras el debate sobre la corrupción política en el que se enzarzaron Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Todos los partidos que han gobernado (especialmente el PSOE y el PP, que han permanecido más tiempo) han tenido casos de corrupción en sus filas. No se puede achacar culpas ajenas del pasado a los políticos del presente, pero ningún partido puede alardear de inmaculado.
Por supuesto, hay que depurar responsabilidades allá donde las haya. Por supuesto que si se habla de José Luis Ábalos, que además de ministro fue el número dos del PSOE, así como la inocencia de su jefe que no se enteraba de nada, esto es lo que más importa ahora. Aunque les viene de perlas que condenen a Eduardo Zaplana, un político ilustre del PP, de los tiempos en que los líderes valencianos montaron un peaje.
Debemos distinguir entre el pasado, el presente y el futuro. Pero es demagógico atribuir la corrupción sólo a las siglas del rival político. El primer presidente del Gobierno que se vino abajo por casos de corrupción fue Felipe González, ya que el PSOE perdió tras el caso de Filesa. Después han intentado cargarse a todos los presidentes por casos de corrupción en sus partidos. Aunque el único que cayó por eso fue Mariano Rajoy, con aquella moción de censura que llevó a Pedro Sánchez a la Moncloa. Aznar hizo perder las elecciones de 2004 al PP, pero por otro motivo, por decir que los atentados del 11-M eran obra de ETA. Y Zapatero hundió al PSOE porque era torpón y no olió la crisis. No obstante, en los tiempos de Aznar y Zapatero, hubo casos de corrupción en comunidades autónomas donde gobernaban el PSOE y el PP.
Por eso, hay que tener cuidado con las pedradas. Las piedras siempre se tiran a los otros, a los rivales, mientras disculpan a los compañeros y amigos hasta que ya no tiene remedio. Entonces presumen de que ellos han sido los primeros en castigarlos, y si te he visto no me acuerdo. El que la hace la paga y se acabó lo que se daba.
La gran mayoría de los políticos son honrados, a pesar de los pesares. Los que apedrean deberían ser prudentes, hay que separar la cizaña del trigo, sin olvidar el pasado imperfecto de sus partidos. Y sin tapar quién era el jefe del número dos.
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