Dos potentes efectos

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26 de enero 2025 - 03:06

El ser humano es, en el buen sentido, gregario por naturaleza. La opinión del grupo influye sobre la propia y explica tanta coincidencia en las conductas grupales. En el mundo actual, el influjo de los medios de comunicación, el ultra desarrollo de las redes o la proliferación de medidores de opinión producen claros efectos sobre el pensamiento colectivo.

Entre otros, por su obvia difusión, me referiré hoy a dos. El primero es el efecto Banderwagon, según el cual las personas tendemos a apoyar posiciones que consideramos como ganadoras. El nombre proviene de la práctica, nacida en 1848 en las campañas electorales norteamericanas, de hacerse acompañar de un camión con músicos. Hacia 1900 eran un elemento imprescindible en ellas y subirse a éstos, una forma de publicar la adhesión personal a la opción favorita. De ahí la popular expresión “subirse al carro”. Se basa en la necesidad de alinearse con el conjunto de la sociedad y de alcanzar la reafirmación íntima que supone sentirse en el bando triunfador. El segundo, el efecto Underdog, aparece cuando la corriente mayoritaria nos hace percibirnos inútiles y prescindibles hasta el desencanto. Surge, entonces, un rechazo hacia los más y una simpatía por las ideas minoritarias. En ese caso, nuestra decisión beneficiará a la alternativa menos votada, por considerarla injustamente menospreciada. Aquí el nombre deriva de las peleas de perros. El perro de encima (top dog) es el vencedor de la lucha, el que derrota al underdog, el perro de abajo. No es infrecuente esa seducción que producen las causas perdidas y no debe descartarse su capacidad a largo plazo de modificar las actitudes sociales. Por esta vía, fenómenos como el feminismo, la defensa de los derechos de los afroamericanos o los del colectivo LGTBI han transitado de un lado al otro del espectro, del desprecio al reconocimiento.

Los políticos conocen la eficacia de dichos efectos e intentan hacerlos operar a su favor. El sesgo de las encuestas o la paradoja, tras las noches de urnas, de no encontrar derrotado devienen de tal saber. Al tiempo, el victimismo, ahora tan habitual, busca justamente ese mismo fin. Es más, en una comunidad hiperpolarizada ambos juegan cruzada y simultáneamente.

Ante tanta manipulación, debemos mantenernos inmunes a los juicios arteramente prestados. Pensar por uno mismo y ejercer siempre la crítica nos liberará de un gregarismo, esta vez sí, ciego y alienante.

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