Un premio por suspenso

Voces nuevas

21 de octubre 2022 - 01:35

Las palabras de Pérez Reverte sobre la educación esta semana en El Hormiguero han dado mucho que hablar. Pese a las críticas de algunos, no puedo dejar de aplaudir una reflexión que, para mí, no puede ser más acertada.

"Tú no puedes tratar igual al niño brillante que al que no tiene el talento suficiente. Un chiquillo, una niña, un niño, tienen que poder ser ellos. Con sus errores, con sus aciertos", decía el autor de Alatriste. Y con esto, no se refería a la desigualdad de oportunidades, eso es otra cosa. Respecto a su opinión sobre "no tratar igual al niño brillante que al que no tiene talento suficiente", matizó que el primero "el día de mañana puede ser quien esté tirando de la locomotora y del carro de la vida, quien haga mejor el mundo para los otros" frente "al que se niega a estudiar o al que no tiene talento suficiente".

Pensé rápidamente en lo mal alumna que fui durante una época de mi vida y en lo tajantes que fueron mis padres conmigo por aquel entonces. La idea de repetir o suspender algo me aterraba porque eso suponía el esfuerzo doble que tendría que hacer después para enmendar el error (con horas extra para la recuperación y, por supuesto, con la riña pertinente). Pero luego, veía la recompensa y eso ganaba cualquier batalla.

"Si uno es mal estudiante, pues que suspenda. Yo repetí tres cursos en bachillerato, y una vez con todo suspenso y otra me echaron del colegio, y no fue ninguna tragedia. Me busqué la vida, encontré mi camino y me normalicé. Pero, todos no somos iguales. Hay niños inteligentes y niños que no lo son; niños trabajadores y niños que no lo son", decía el escritor en Antena 3. Amén, Reverte. No se puede ver igual ni tratar de la misma manera a alguien que se deja la piel por hacer de este mundo un lugar mejor, que a alguien a quien todo le parece un chiste. Que no se toma las cosas con seriedad, que no pelea, que no lucha y a quien encima se le da una palmadita en el hombro.

Como todo, esta es mi opinión. Sé que muchos pensarán lo opuesto, pero lejos de la nueva normativa y de los cambios educativos, queda una máxima que se ve en la sociedad, que está viva y que se palpa en cada esquina, en cada puesto de trabajo y en cada uno de los sectores. Las nuevas generaciones están apáticas. Falta trabajo, sí, pero aún faltan más ganas de 'arremangarse' y ponerse a trabajar. La filosofía del esfuerzo se ha perdido y, honestamente, no es justo para los que sí seguimos peleando por nuestros sueños a base de sacrificio, perseverancia y paciencia. Porque aunque algunos quieran hacer ver lo contrario, la pura realidad es que el éxito ni es fácil ni barato. Y todo empieza en el colegio.

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