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Ignacio Martínez
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El bajo rendimiento del Recreativo le hace sufrir en la impotencia de querer y no poder, de la conjura de la plantilla en defensa de Abel Gómez a dejarle cada jornada más “vendido” en detrimento de la causa. Los resultados en contra son un calvario señalado con cruces. Ahora frente al Atlético B el técnico sigue en la encrucijada con fecha de caducidad, además sin ser el máximo responsable de este inicio de liga huérfano del maná de una victoria y sumergido en el fondo a expensas de recibir el salvavidas.
El guion de la previa del “Cerro del Espino” ratifica la lectura de los últimos partidos donde el colista es preso de sus debilidades y merma psicológica. El filial atlético no gana en casa, pero acumula cinco envites sin perder y quejándose de las últimas decisiones arbitrales como antesala de la presión hacia el colectivo. El Decano no conoce el goce de saborear una alegría, la búsqueda de un cambio de tendencia en positivo tarda más de lo deseado y la obligación de vencer le presiona en la urgencia de más aceleración y menos margen de error para su reivindicación.
Abel Gómez asume que tiene la energía suficiente para mirar hacia adelante y desde la zona noble siente la confianza en este compás tenso de espera para huir del naufragio. Y se aferra el técnico al “Resistiré”, la canción convertida en el himno del coronavirus para sobrellevar el confinamiento temporal: “Resistiré para seguir viviendo, soportaré los golpes y jamás me rendiré”. Y en esta fase donde los sueños se rompen en pedazos, los rivales castigan sin piedad el retroceso del Recreativo ahondando en su crisis, siempre a merced de la sentencia del mínimo descuido en la desolación que se arrastra sobre el campo. La vacuna para la mejor medicina es no encajar un gol, de no ser así es imposible optar al triunfo. La prórroga de resistencia de Abel Gómez impone el reto de ganar o ganar... siempre que los jugadores respondan en el campo.
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