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La colmena
Magdalena Trillo
Trump y Putin
El movimiento surgió en Centroeuropa hace algún tiempo y ya se ha extendido a amplias zonas de España. Se trata de colocar el nombre de la población que existe a la entrada, al revés, boca abajo. Es una manera como otra cualquiera de protestar. El mismo hecho de que lo esté mencionando en este artículo, podría considerarse un éxito. En estos tiempos, casi todo el mundo tiene razones para quejarse por algo que le afecta directamente y no funciona como debería, pero el mundo rural se lleva la palma.
Cuando algo hay que promocionarlo tanto, debe ser que, de partida, no es muy atractivo. Después del Covid se nos llenó la boca elogiando la vuelta al mundo rural, volver a las casas que dejaron los abuelos cuando, en los años sesenta y setenta, emigraron a las ciudades, ya fuera dentro de las provincias (en Huelva hay barrios enteros construidos con gente llegada de los pueblos), como a los grandes polos receptores como Madrid, Cataluña, el País Vasco, o al extranjero, como tan bien retrató la película “Vente a Alemania, Pepe”, que parece que ahora se nos olvidado, cuando pensamos en la población inmigrante, que llena nuestros, cada vez mayores, huecos. Lo cierto es que parece que el subidón de vuelta a lo rural, duró lo que duró el confinamiento y su desescalada.
Una buena atención médica, que, en muchos casos, simplemente sería un consultorio con medicina de familia, que es la que más frecuenta la población mayor y que tanta confianza le da, la de su médico de cabecera, internet de banda ancha, transporte público suficiente, infraestructuras mantenidas, son medidas básicas. El reto de lo rural no es sólo la falta de atención desde fuera, también tiene un gran problema de atomización. En España hay 8.125 municipios y cola para seguir dividiéndose, cuando la mayoría tienen menos de cinco mil habitantes y un problema serio de envejecimiento. La fusión de pequeños municipios compartiendo servicios y ahorrando gastos duplicados sería una buena solución, pero parece que, en estos tiempos de división, eso no vende. La experiencia de unión de Vva. de la Serena y Don Benito está bloqueada por presiones de ambas partes. Dar oportunidades de vida digna a las personas que viven en lo rural, desde la reivindicación y también desde la unión cooperativa, ese es el reto, para poder volver a mirar a nuestros pueblos, al derecho.
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