Peña Monje

Una red que asfixia

Tirando del hilo

Según la Organización Internacional del Trabajo, 25 millones de personas son víctimas de trata en el planeta

05 de agosto 2020 - 01:50

Navegar por internet, llenar la cesta y tramitar el pedido. Comprar, consumir y se acabó. Una mujer también puede ser comprada y vendida una vez, veinte o treinta veces al día. Y mañana otra vez. Como si fueran peces dentro del mar, son capturadas por redes abominables donde el engaño y la desesperación son el mejor anzuelo.

Akanke nunca había imaginado no ser nadie. A los quince años se despidió de su infancia para siempre. Siendo la mayor de cinco hermanos, le aconsejaron soñar con Europa para poder labrarse un futuro mejor. Conoció a varios hombres que le prometieron llegar sana y salva a la tierra soñada. Entre rituales vudús, le organizaron el trayecto y Akanke tuvo que comprometerse a pagarles la deuda contraída. En el viaje fue humillada y maltratada. Cuando tocó tierra, estuvo bajo el control de aquellos hombres que le prometieron la salvación pero que, en cambio, la obligaron a lo que nunca imaginó. En contra de su voluntad tuvo que aceptar para salvarse. Se sintió como mercancía desechable obligada a dejar de existir. Dejó su nombre atrás, y en el agónico camino, también dejó de ser hija, hermana y amiga. Se despidió de sus sueños depositándolos en un baúl sin llave ni acertijo. Su cuerpo se convirtió en propiedad de otros que lo usaban sin dignidad. Aturdida, Akanke necesitaba un salvavidas que le diera oxígeno en un lugar inerte. -Esto no puede ser legal -se repetía. Pero vencía el miedo a las futuras represalias, se sentía desprotegida, apátrida en un mundo aciago.

La trata está en la cumbre de la lista de negocios ilícitos más rentables. Según la Organización Internacional del Trabajo, 25 millones de personas son víctimas de trata en todo el planeta, de ellas, el 99% son mujeres. Una realidad que parece invisible pero que se practica a la luz de todos, generando enormes beneficios a costa de la integridad de personas convertidas en mercancía. -¿Y por qué no denuncian? -se preguntó la masa. Pero tengamos en cuenta que delatando a sus tratantes ponen en riesgo sus vidas, ya que las amenazas son continuas. Por ello, urge un sistema que, además de querer desmantelar dichas redes, no pierda de vista a la persona que sufre y se encuentra amedrentada, sin abrir el alma por espanto a la masacre. Urge una red salvavidas que detecte a la víctima y le brinde un ambiente de calidez y confianza.

Es difícil que Akanke vuelva a recuperar su infancia, pero necesita un mar en el que las olas arropen los sueños de aquellas que anhelan una vida mejor. Un océano que abrace la voracidad de un mundo que lastima. Una red que no capture, sino que soporte y acune, haciéndole olvidar los desastres vividos, otorgándole aquello que nunca le debieron arrebatar: su dignidad.

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