¡Lo que saben las redes!

Gafas de cerca

25 de febrero 2025 - 03:06

No somos pocos los de un natural pretecnológico, y digámoslo en el sentido de digital de la cosa, porque, oiga, ¿no fue tecnología punta el tallado del sílex, nunca mejor dicho de lo de punta, o la rueda, un invento redondo donde los haya? Con la coartada de ser uno un clásico o, ya con ringorrango, un humanista, abominamos del totalitarismo tecnodigital, salvando el tipo del gagá y el desfase como la zorra de la fábula, que a base de costalazos y dentelladas al aire decidió que aquellas uvas de parra no estaban maduras, cuando quizá ella lo estaba en demasía. En sentido estricto y de diccionario, la técnica que no se basa en una ciencia previa no es tecnológica... salvo que aceptemos “científico neolítico” como animal de compañía terminológico, además de como un interesante oxímoron (bueno, ya consideramos oxímoron de andar por casa a cualquier pareja de términos contradictorios, cuando, en puridad, para constituir un oxímoron con papeles, la yuxtaposición discordante de palabras debe, al alimón, alumbrar un sentido nuevo y distinto al de una y otra; permitan ustedes el exceso docente).

De modo que, por ejemplo, un pretecnológico de cierto abolengo consideró a las redes sociales como una conjunción masiva de alcahuetes y postureros, y por lo general ese primate leído y revolcado por la letra nunca sucumbió, también por ejemplo, a Facebook; nacida hace ya veinte años. Por no caer en la vulgaridad y la novelería. En realidad, esas redes son mucho más poderosas que cosméticas, y su inmensa capacidad mercadotécnica, demoscópica, empresarial y, a la postre, económica eran asuntos que quedaban fuera del desdén del homo sapiens del XX: no se olía lo que se cocía. No nos lo olíamos.

Digo esto en una soleada tarde de lunes invernal –los meridionales tenemos derecho al invierno–, en la que debo repasar los perfiles de las docenas de candidatos que se postulan para los Premios Andaluces del Futuro que promueve esta casa editorial desde hace más de quince años. Como la reunión del jurado es mañana [hoy para usted], la miembro más joven del jurado no lo ha dudado, y me lo dice por mensaje: “Lo primero que hice fue echar un vistazo a sus redes sociales”. Glups, me dije yo, ¿cómo diantres no se me ocurrió eso a mí también? Es un pregunta retórica: prefiero dejarla sin respuesta. Me da cierto vértigo pensar en qué será de mí dentro de diez años, pero de algo estoy seguro: seré un practicante montonero y fullero de la nueva emperatriz, la IA. Si es que no hemos vuelto al sílex, por esto o por aquello.

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