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Brindis al sol
En una situación política agria y airada como la presente, que dura ya varios años, un cierto pesimismo empieza a difundirse. Y aún descorazona más comparada con el periodo relativamente grato que la había precedido. De momento, esta áspera tensión se mantiene limitada a los entornos de la vida política, no trasciende a la calle. Pero ya transmite cansancio y en grado menor desconfianza, como si la gente se preguntaran a cada paso: ¿nos merecemos esto? Algo parecido debió suceder en el último tercio del siglo XIX, durante la Restauración. La mayor parte de la sociedad española se había quedado al margen de los trapicheos de unos políticos que manipulaban, sin pudor, sus rentables tenderetes caciquiles. Y, como mucho, solo se cuidaban de montar, de vez en cuando, el espectáculo de unas elecciones amañadas. Mientras tanto, en la calle, unos ciudadanos reducidos a pasivos votantes aguardaban que pasase lo ya previsto. Pero conviene recordar, para recuperar algo de ilusión, que surgió entonces una valerosa reacción, aunque ha quedado relegada como fenómeno menor, meramente testimonial y simbólico. Sin embargo, en momentos como los actuales, conviene rememorar aquella iniciativa. Encabezada por unas decenas de personalidades del mundo de la universidad, la prensa y la cultura, que decidieron organizarse para protestar contra la política establecida, movilizando a su vez la abulia ciudadana. Estos personajes que ocupan un lugar menor en los manuales de las historias de España fueron llamados regeneracionistas. En una época escéptica y conformista, ellos confiaron en el poder de sus palabras, en conferencias, libros y artículos para difundir sus ideas contra el malestar reinante. En estudios posteriores se ha dicho que su influencia en la calle fue escasa. Pero que no se rindieran ante la corrupción y los manejos caciquiles de entonces ya significó mucho. Su ejemplo quedó ahí, para que ahora los recordemos con justificada nostalgia: Joaquín Costa, Ricardo Macías Picavea, Lucas Mellada, entre otros, escribieron Oligarquía y caciquismo, Los males de la patria, El problema español, títulos que ya declaman la enérgica voluntad pedagógica que movía a sus autores. No son comparables aquella época y ésta, pero, quizás exista ahora la misma necesidad de movilizar a la gente de la calle con parecidas reflexiones. Ojalá nuevos regeneracionistas estén ahí, aguardando con sus libros en los escaparates, y sus artículos en la prensa. Aguardando que se les lea, para poder con la fuerza de sus ideas desterrar a los nuevos caciques.
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