Salto tecnológico

Gafas de cerca

25 de marzo 2025 - 03:06

Son más brillantes y enjundiosos los chistes absurdos y los inocentones que los explícitos y cochinotes: fino chocolate frente a algarroba. Por ejemplo y por abundar en la tesis, el humor de Bienvenido Mr. Marshall o José Luis Cuerda es ambrosía comparado con la serie Torrente. Tip y Coll llenando un vaso de agua con traducción simultánea a un (no) francés tan hilarante como el (no) español de Antonio Ozores –¡No, hija, no!–, y reivindiquemos en esa línea surrealista al irrepetible Chiquito de la Calzada: los de ellos son la antítesis de los chascarrillos de La Esmeralda o los que abundan hoy en las redes, donde el fornicio y sus humores logran grandes pelotazos de tráfico. Cada uno se ría como quiera. Sin salpicar, por caridad.

Ningún chiste debería considerarse delito; pero todo tiene un límite. Recordarán a un poeta que aprovechó la muerte anunciada de aquel niño que cayó en un pozo, hasta acabar muriendo horriblemente, para componer una antología de gracietas; y citemos una: “Cómo ha podido caer tan bajo Julen”. Fue condenado, creo, y en eso no estoy tan de acuerdo como lo estaría en dejarlo charlar con los huérfanos familiares del pequeño. En igual desacuerdo cabe estar con las hienas de red social y con algunos de sus colegas o coleguitas que lo consideraron genial. El ocurrente sádico del aforismo llegó a defenderse tal que así: “La Justicia está al servicio de los tontos”. Cosas de la libertad de expresión.

“¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?”, cantó con guasa el grupo Polanski y el ardor. Asistimos al rearme preventivo de una UE y una OTAN abandonadas por el Emperador del Arancel, Donald Trump. Que, como un pegón de patio, hace alianza con el cómplice insospechado, a quien ahora sí pone ojitos tiernos, Vladimir Putin: el enemigo de la Europa que somos, apostado en el infierno en la otra esquina, armado con varios miles de ojivas nucleares. En esta tesitura, nuestro presidente del Gobierno crea un nuevo género, el humor bélico, que lo ha movido a decir que gastar 25.000 millones más al año irán a incrementar nuestro armamento, pero no es prepararse para la guerra. La corrección política, una importación occidental que tiene sentido, pero que ha derivado mucho en papanatería, ha llevado a Sánchez a suavizar con Mimosín un estado amenazante de cosas, y llama a ese ingente desembolso “salto tecnológico”. Un hallazgo que causa más irritación que risa. Un negro y soberano cachondeo. ¿Qué necesidad hay de evitar llamar a las cosas por su nombre, en tan graves circunstancias, Mr. President?

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