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Es ya un clásico de la vida parlamentaria en esta legislatura: cada intervención de la portavoz de Junts en el Congreso, Miriam Nogueras, se convierte en un ejercicio de matonismo desabrido, faltón y chantajista contra el presidente del Gobierno de España. Y cada respuesta del presidente es una prueba de su debilidad de origen. Simplemente, se humilla y ofrece diálogo. Los ataques los reserva para el PP y los jueces.
Siempre digo que las alianzas y los pactos cuando no se dispone de una mayoría suficiente para gobernar son perfectamente legítimos en democracia. Lo único que se le debe exigir a quienes los promueven es coherencia. Que se firmen sobre un programa mínimo compartido, que haya negociaciones y concesiones entre las partes, que no se tenga que renegociar en cada coyuntura, que los firmantes no sean tan numerosos ni tan opuestos entre sí como para gobernar en un continuo sobresalto. Frankestein no mola.
La mayoría que sostiene, a duras penas, a Pedro Sánchez en la Moncloa está aquejada por todas estas incoherencias. Ni es mayoría (por su inestabilidad, que sólo dejó a salvo la investidura) ni es progresista (por su heterogeneidad ideológica, como se ve cada semana). ¿Cómo va a ser progresista sacar a una comunidad rica del sistema común para regalarle una financiación singular y específica equiparable a la que gozan –por imperativo constitucional– Euskadi y Navarra, sustraerle al Estado la gestión de los impuestos estatales con los que garantiza los servicios públicos a todos los españoles o desprenderse de las competencias en inmigración por exigencia de partidos claramente xenófobos o, al menos, firmes defensores de la mano dura con los inmigrantes irregulares.
Con todo, lo peor de esta política de alianzas variopintas no es que la izquierda socialdemócrata asuma frívolamente, sin desgarros, su aproximación a las ideas nacionalistas e independentistas. Ni siquiera que haya legislado asuntos muy serios y controvertidos (la amnistía, la eliminación del delito de sedición, el alivio del de malversación) en contra de lo que piensa la mayoría de la sociedad y la mayoría de sus propios electores y en contra de lo que sus dirigentes defendían de siempre... hasta que cambiaron de opinión.
Casi lo peor es el modo y la forma en que Sánchez ha negociado estas cosas con el partido más tóxico de España. El de Nogueras y Puigdemont. Lo veremos mañana.
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