Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Ómnibus
Sólo era un tipo caminando, uno más de la inmensa columna de refugiados que volvían al norte de la Franja de Gaza, con el mar a un lado e inmensas llanuras de escombros al otro. Un tipo con la ropa ajada, con algunos enseres, con la familia que le quedaba, caminando, caminando hacia el norte igual que hace unos meses caminó hacia el sur, cansado, cansado. No sé qué le preguntó el periodista exactamente, pero respondió: “Solo quiero sentarme en una duna y estar tranquilo”. En medio del caos, con la muerte aún sobrevolando, con un futuro de lo más incierto… aquel hombre aspiraba a sentarse, tranquilo, en una duna.
Pensé que a la Declaración Universal de los Derechos Humanos le vendría bien un artículo más, el 31, cuya redacción sería, más o menos, la siguiente: “todos los seres humanos tienen derecho a sentarse tranquilamente en una duna”. Porque además, en este caso, el resto de los artículos son puro papel mojado. No hay para él, ni para miles de palestinos, ni para millones de refugiados por todo el mundo, no hay derecho a una vivienda digna, ni derecho a la educación, a la salud, al trabajo, al asilo… Pero al menos, después de conculcar todos esos derechos, este hombre reclamaba el derecho a sentarse en una duna, y estar tranquilo.
Así están las cosas en este mundo nuestro: extraordinariamente bien para un puñado de personas, esos que salen en la lista Forbes, que viajan en aviones privados y se pavonean de lujos absurdos e injustificados; razonablemente bien para otro puñado más grande, todos esos que disfrutan en sociedades del bienestar como la nuestra, que tienen un poco de todo, que pueden permitirse excesos y pequeños lujos de vez en cuando; jodidamente complicado para unos millones de personas, trabajadores en fábricas infames del sur global, explotados y viviendo al día, sin poder aspirar a mucho más que la superviviencia; y extremadamente mal para otros muchos: refugiados, esclavas sexuales, minorías expoliadas, indígenas, que pasan sus días recibiendo golpes, bombardeos, acoso, expulsiones, insultos… y que sólo quieren, en algún momento, poder “sentarse en una duna y estar tranquilo”
Espero que ese tipo que caminaba hacia el norte haya podido sentarse, por fin, en una duna. Y espero que todo el Sur Global reclame y consiga el mismo derecho. Cuanto antes.
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