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Ignacio Martínez
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La semana se abría en la mayoría de los medios con el acto de reparación a las personas víctimas de abusos sexuales de la Iglesia en la Diócesis de Madrid y se cierra con la denuncia contra el que, hasta ahora, había sido portavoz parlamentario de Sumar en el Congreso de los Diputados, Iñigo Errejón, precisamente por abusos sexuales.
La paradoja es que el segundo es una de las personas que, en los últimos años, han sido cara visible del movimiento político que ha llevado a las instituciones la lucha contra este tipo de comportamientos y la primera, la Iglesia, una institución que lleva desde no se sabe cuándo acogiendo, ocultando e incluso apoyando los abusos. Pero no sólo, mientras Errejón se ha despedido echando balones fuera y se olvidó de las víctimas, el acto de la Iglesia Madrileña pone el foco en las víctimas y reconoce que no hay paliativos a lo que muchos sacerdotes estuvieron haciendo, ni siquiera el manido “también lo hacían otros”.
Este es el dibujo mediático que ofrecen ahora mismo las hemerotecas y sólo puede observarse con desolación. Todas esas víctimas han pasado por un infierno que sólo ellas y ellos conocen. Merece detenerse ahí, recoger, escuchar ese dolor y reflexionar sobre sus causas, pero luego hay que dar más pasos y me da la sensación de que se trata de ir en la dirección que, pese a quien pese, marca ese “Proyecto Repara” de la Diócesis de Madrid: por un lado, acompañar a la víctima, intentar reparar el daño que ha sufrido, garantizar su protección y no revictimizarla ni acusarla y, por otro, promover una cultura del cuidado y el respeto mutuo y prevenir nuevos casos de agresiones.
Para ello, muy probablemente, tendremos que trabajar mucho en algo que en unas y otras situaciones se ha dado: las relaciones de poder y el culto a la personalidad, pero también tendremos que trabajar mucho para evitar entrar en lo que nos sale de las vísceras: meternos en la inútil lógica de la venganza. Errejón ha sido “un sepulcro blanqueado”, igual que lo han sido los curas y religiosos pederastas, ellos hablando de paz, amor…, él presentándose como un “aliado” de las luchas feministas, pero la pregunta ahora es si serán capaces de reconocer el daño hecho, hacer firme propósito de dejar de hacerlo y poner todos los medios a su alcance para que sea así. Nos gustaría confiar en ello y en que la lucha contra el fin de los abusos de, por fin, sus frutos.
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