Lo que su sonrisa esconde

El lado bueno

Niña comiendo tarta
Niña comiendo tarta

27 de junio 2024 - 03:09

Tengo unos amigos con una hija de dos años que ya habla, repite frases que escucha de las personas que la cuidan y las encaja correctamente como cuando se mete un triángulo en el sitio que le corresponde por su forma.

A todo ser que se le acerca le regala una sonrisa que se puede alargar una eternidad, menos cuando se levanta de la siesta, que necesita unos cinco minutos para poner en orden todo lo que ha soñado antes de volver al mundo de los vivos.

Yo cuando la veo me quedo hipnotizada imitando esa sonrisa que con tan poco esfuerzo regala, como si tuviera miles en un saco sin fondo. 

Me acerco a ella y le digo que tengo muchas ganas de saber por qué sonríe tanto, a qué se debe tanta generosidad; si es porque está feliz de volver a verme o porque está tramando un plan maquiavélico para acabar con todos nosotros. 

Sí, estoy hablando de una inofensiva niña de dos años. La misma niña que se cuela en cumpleaños a los que no ha sido invitada porque quiere conseguir un trozo de tarta; tiene el oído muy fino, reconoce rápidamente los sonidos que festejan los aniversarios. Su objetivo es ese trofeo azucarado que tanto le gusta, sabedora de su éxito.

Llega sigilosa como un gato, con ese andar que tiene desordenado, que parece que se cae pero no: estoy segura de que lo hace para despistar. Se sienta, observa y sonríe: su onda expansiva atraviesa todos los corazones, sobre todo el que está cerca de la tarta repartiendo platos. Mira la tarta, sonríe , parpadea… Ya lo ha conseguido; se oye a alguien preguntar de quién es esta niña , la misma que ya está relamiendo el chocolate de la cucharilla. 

Una de sus pasiones es la comida, es una lima sorda, siempre tiene hambre: puede parecer que los padres no le dan de comer en casa pero no es así. Está bien alimentada y tiene el cuerpo de un gañafote. ¿Cuál puede ser la explicación? Pues que esa cabecita está tramando algo, esa es mi teoría. (Nuestro cerebro es el órgano que más energía demanda, en relación con el peso de otros órganos).

Vive en una urbanización con piscina y un bar que da de comer y beber a todos los vecinos. Este bar está regentado por una familia maravillosa que ya ha sido hipnotizada por las habilidades extorsionistas de la protagonista de este relato.

Vamos a llamarla Elsa, para proteger su intimidad. Elsa llega y lo primero que hace es entrar a la cocina porque sabe que habrá algo para ella. La sientan en un taburete y le ponen por delante un trozo de sandia. Ella sonríe mientras le cae el caldo por la barbilla, el plan sigue su curso. Después se pasea por todas las mesas, como si pasara el cepillo en la misa de las ocho pidiendo limosna.

Cuando tiene el estómago lleno o se olvida un rato de lo que le gusta mover el bigote se entretiene desvalijando a niños indefensos de sus pertenencias más preciadas: patinetes, muñecos, bicis y todo lo que pueda sisar. Una vez forcejeó con un gran danés para quitarle el peluche de la boca. 

Yo se lo digo a los padres, que los tiene engañados, pero no se lo creen. Desconfío de Jose, su vecino. Creo que él conoce los detalles de su plan, pero no suelta prenda. Cuando Elsa se hace pupa o está malita llora desconsoladamente llamando a José. Aquí hay gato encerrado. 

Tendré que esperar unos meses para tener una conversación con ella. No me andaré con paños calientes: o me da los detalles de lo que está tramando o la dejo con el culo al aire. 

Si me veo en la tesitura de elegir bando me uniré al maligno sin dudarlo; a mí también me gusta mucho la tarta y colarme en fiestas a las que no he sido invitada. ¡Feliz jueves!

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