La firma
Antonio Fernández Jurado
¿Derribando su muro?
La vida tiene un margen enorme dedicado a las casualidades, al caos, al fuera de control. En el micro de cada día y en el macro de los años. Un margen que se cierra en el pasado pero que queda abierto en presente y futuro. Los últimos días noto esta máxima del descontrol a mi alrededor. En las aulas donde doy clases, por ejemplo, contemplo los rostros del alumnado de 4º de secundaria con un sudor frío frente al puente que van a cruzar, bien a bachillerato, bien a ciclos formativos. Han lanzado la moneda al aire y la recogerán más adelante. Es comprensible, y más por la falta de costumbre frente a estas decisiones, tan pequeñas para unos, pero decisorias de la trayectoria más inmediata.
También me rodeo de opositores y opositoras, y de miembros de tribunales, cosas del gremio. Aquí está en juego algo más. Pero eso, en juego. Tanta casuística. Tanto azar. Que si el tema, que si tanta gente en tu tribunal, que si tengo el día. Una plaza para la estabilidad laboral. Para el objetivo vital, en muchos casos. Y veo también el nerviosismo antes de las defensas de las programaciones, con tanto material preparado, con tanta dedicación, ilusión, cariño. Pero a saber si te repites, si te trabas, si el tribunal estará cansado o atento, si es el primer día o el último, o incluso la franja horaria en la que se expone. Tantas frías leyes que nombrar, tanta normativa escurridiza. Buscando ese golpe de suerte.
El saber, el conocimiento, te garantizan estar mejor preparado, pero ese resquicio sin control, esa sombra inmanejable está ahí. La suerte. Esa que tanto amamos y de vez en cuando aparece. La misma que hizo que fuera a la Feria del Libro de Madrid con una bolsa de tela que diseñaron la gente de Tuki&Co con la imagen Gloria Fuertes, que con ella saludara a una amiga escritora con la que hacía mucho que no me encontraba, Sofía Castañón, y que de ese encuentro y esa bolsa hiciera referencia pública el cantante Nacho Vegas en sus redes sociales. Quién me iba a decir que iba a estar a dos pasos equidistantes de tanta gente hermosa. Y que a partir de ahí la maraña de las redes me ha abierto el algoritmo a nuevos contactos interesantes. La carambola, el azar buscado, la suerte necesaria.
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