Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Desde luego, no me cabe la menor duda que si hoy día estuviéramos en los albores del psicoanálisis, los investigadores podrían tener su objetivo principal en el estudio de los comportamientos y su relación con la personalidad auténtica de los individuos en algunos de los políticos más actuales, con los que podrían establecer una clara relación causa-efecto entre sus actitudes reales y la impostura en los comportamientos públicos relacionándolos con sus posicionamientos y decisiones, en función de las cuotas de Poder que ostenten y sus pretensiones de permanencia en el mismo.
Dicho esto, quiero pensar que nuestro Presidente del Gobierno, por mucho que se diga que “la política hace extraños compañeros de cama”, haría las delicias de Freud, Jung, …
Porque no es fácil comprender que se levanten muros, se ofenda continuamente a sus adversarios ideológicos y quiera convertirse en paladín sacrificio contra la ultraderecha y víctima de la persecución de la “fachosfera”, judicatura incluída, y resulte que vota a favor de los Comisionados ultraderechistas en la UE o conceda una alta Condecoración del Estado, a la Primera Ministra italiana, Meloni, destacadísima líder “facha” en el ámbito europeo. Si eso no es patológico, dejémoslo en incoherente.
Item más, en el terreno de lo que va más allá de lo propiamente inconsecuente, lo que algunos han dado en llamar ya el “Francomodín”. Ahí, sí que cuesta un poco más abstenerse sobre lo patológico, porque hay mucho de depredación de la historia, algo de simulación justiciera, camufladora de su obsesiva necesidad de permanencia en el Poder, a sus seguidores les gusta y, por supuesto, muchísimo de paranoia enlazada con una capacidad manipuladora del relato fabricado, al margen de la realidad de los hechos y acontecimientos, con el único objetivo de encubrir y nublar ante la opinión pública, apoyado en sus terminales mediáticas, todo el entorno corrupto que le salpica.
Hay que estar muy traumatizado para tener en una permanente referencia a quien murió, van para cincuenta años y en la cama, cuando él tenía apenas tres años.
Como coartada para justificar decisiones, puede valer ocasionalmente pero la reiteración resulta burda y no debe ni puede ser el argumento que oculte el fracaso de quienes se enfrentaron al dictador, por cierto, no mayoritariamente el PSOE.
Por fin, si no fuera porque su perfil de carácter no fuese la ausencia de empatía y tuviera sentido de Estado, celebraría casi cincuenta años del referéndum de Reforma Política, punto de partida del periodo constituyente del 78 que hizo posible la “reconciliación” entre españoles.
Esa y no otra debería ser, si procediera, la celebración pero, para ella, hay que tener menos ambición de Poder personal.
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