Triple casa, doble armario

Su propio afán

04 de febrero 2025 - 03:06

García Martín, finísimo crítico, afeó a mi ensayo Ejecutoria, una hidalguía del espíritu su obsesión contra los impuestos. No sólo estuve de acuerdo, sino que ya me había preguntado yo, durante la corrección del manuscrito, si mi obsesión no sería patológica. Hipocondriaco, concluí que sí, sí, pero que qué remedio. Históricamente, uno de los privilegios de la hidalguía fue la exención de ciertos impuestos, y era lógico. Lo vemos actualmente, cuando nada nos impide tanto el señorío como la presión fiscal, que nos reduce a siervos de la gleba. Dos tercios de nuestro tiempo trabajamos como esclavos de un Estado insaciable, si echamos los números.

Urge rebelarse; pero esquivando, como los buenos conspiradores, las multas y la cárcel. La quejumbre tiene un pase (aunque no para García Martín), pero, si se queda en eso, trae descrédito. Propongo las plusvalías exentas de la imaginación. La visión poética multiplica exponencialmente el valor de nuestros bienes exprimidos. Así, nuestra casa familiar, en realidad, son tres. Primero, el hogar cotidiano, nuestro castillo, como dicen los ingleses, y bien asediado que está. Luego, como vivimos en El Puerto, en verano se vuelve una segunda residencia en la playa, ea. En invierno, cuando llueve y encendemos la chimenea, con los perros y los pájaros, también se transfigura –ya completamente llevados por el éxtasis– en nuestro cortijo. Tres en uno, lo justo para justificar el IBI. Cierto que mi casa, con la chimenea y la playa, ofrece ventajas de partida, pero la triplicación pueden hacerla ustedes en cualquier sitio. Tengo un despacho de 12 metros que es, a la vez, biblioteca, oratorio y escondite.

Como la triple casa, el doble armario. De adolescente no podía compartir la ropa con mi hermano Nicolás, porque me sacaba 12 cm. de altura. Ahora sí puedo con mi hijo, de momento. Vamos ambos el doble de mejor vestidos, intercambiando chaquetas, chaquetones y camisas. Ja, ja: por el IVA de una prenda.

A mi hija le han mandado en el colegio el enésimo trabajo sobre el cambio climático. Esta vez es Moda y sostenibilidad. Mi mujer se ha echado al monte y le ha propuesto hacerlo sobre la ropa clásica, buena y cuidada. Ni se deforma ni pasa de moda y, por tanto, enseguida supone un ahorro, y no genera residuos como la mala, que hay que tirar enseguida. Esta revuelta no la tenía en mi libro, pero me la he apuntado. Todas las tácticas son pocas.

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