Tsunamis

31 de enero 2025 - 03:06

Hace unos días recibía una formación junto a las compañeras y compañeros de trabajo sobre prevención en caso de tsunami. Una explicación muy didáctica de lo que puede pasar, y el reflejo más fiel de lo poco preparados que estamos de manera general en los aspectos de prevención. De hecho, una de las cosas que más me llamó la atención fue un vídeo en el que se veía la reacción inmediata de la población en Canadá ante un terremoto. La autoprotección. No había sirena ni aviso, ante la emergencia real se actuaba sin dudas y de acuerdo al protocolo. Aquí, tendría que verlo. Aquí sonaría más a un sálvese quien pueda y a gente reaccionando como pollos sin cabeza. O esa impresión me da. Porque antes vendría el temblor, y ya después la gran ola.

Los expertos advertían que la principal indicación era la autoprotección y dejar atrás todo. Difícil lección para un mundo tan cosificado, tan cuantitativo. Ahí ya vino previamente el tsunami del capitalismo, haciendo que se valore más una hamburguesa de cadena de comida rápida que un filete de presa ibérica, o haciendo, a la inversa, que se tenga idolatrado el iPhone último modelo que vale más que una nómina del salario mínimo.

Otro problema que advirtieron los expertos es el después del suceso, cómo la lengua de agua sumada a todo lo que arrastra y derriba, sumándole el riesgo de las balsas de fosfoyeso, dejaría una ciudad devastada. A eso ya se ha adelantado también el tsunami de la incultura, como bien ha dejado patente Wild Welva con su unicornio; una hermosísima obra artística que nos pone frente a ese animal mitológico, imposible de ver, como el cuidado de nuestro patrimonio arquitectónico. ¿Qué podrá destruir la gran ola si ya nos lo cargamos antes? Justo está semana salía la noticia de la demolición de la antigua fabrica de hielo, último reducto de las construcciones industriales portuarias que podrían haberse reutilizado, con una segunda vida, como en otras ciudades.

Por último, los especialistas hablaron de seguir las indicaciones, no coger los coches, esperar a las ayudas según la necesidad. Y aquí uno teme por el tsunami del egoísmo, de la mala educación, tan asentado. Hasta ya sorprende quien saluda con un buenos días. Es el riesgo de los tsunamis, que avisan con poco margen y que destrozan sin miramientos, y después tocará reconstruir. Como en cualquier inclemencia, mejor estar formado, y precavido, para que todo vaya lo mejor posible.

stats