El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Veinticinco
Cuando acabamos de iniciar un nuevo año y en la antesala de la llegada de los RRMM, podríamos suponer alguna modificación, aunque fuera sutil, en los modos, actitudes y relaciones políticas pero, ciertamente, no parece que sea ni vaya a ser así, con lo que la apelación del Rey a buscar el bien común, tal y como me atreví a comentar, cayó en “saco roto”.
No haría falta entrar en análisis ni recuento de lo que fue el pasado año, como tampoco pormenorizar los hechos acontecidos o las decisiones tomadas en la relación con lo mismos, porque quizás lo prudente sería, como vulgarmente se dice, “correr un tupido velo” pero dejando los resquicios suficientes para que el encubrimiento no impida la memoria de los errores cometidos y se corra el riesgo de volver a abundar en ellos cuando no repetirlos.
Así que lo del tupido velo, no ha de ir más allá de la figura meramente retórica.
Esa figura, no obstante, nos lleva a profundizar, algo más en los motivos de nuestra lamentable situación convivencial que en la enumeración de situaciones. Lo vamos a comprobar muy pronto cuando comprendamos que los dirigentes políticos actuales en nuestro país, miran más a sus ombligos que no a prestigiar el peso diplomático internacional, con repercusiones de toda índole en nuestro propio ámbito interno.
Ello, es así y extensible, como concepto, a toda la sociedad porque como vino a decir J.K.ROWLING: ”En estos tiempos pusilánimes, todo son excusas para no dar un paso al frente, para esconderse ante la adversidad o para justificar lo que es complejo y la sumisión ante los supuestos poderosos”.
Seguramente, tras esta definición podríamos, cada uno de nosotros, poner más de un nombre y apellidos. Por eso, cada vez hay más tendencia a justificar aquello que no es estrictamente delictivo -y, a veces, aún siéndolo- aunque contravengan los más elementales criterios éticos y hasta estéticos, máxime cuando hay pretensiones caudillistas desde el Ejecutivo para someter al Legislativo y poder presentar como normal lo que es toda una anomalía democrática, donde la Oposición queda convertida en una diana como un muñeco de feria y se ponen en marcha todos los mecanismos necesarios, por parte de quienes ostentan los poderes -aunque por renuncia propia estén carentes de identidad- y mediante la sincronización del argumentario, afirmarse a sí mismo descalificando al oponente.
Dicho esto, deseemos e insistamos, aunque sea candorosamente, que la prudencia y el respeto mutuo, se impongan en la vida pública. Que se ejecuten con limpieza los conceptos democráticos y se mantenga la imprescindible imparcialidad institucional, sin ocultaciones ni velos que tapen la acción política y social.
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