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David Fernández
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EL Consejo Económico y Social de la provincia de Huelva ha presentado esta semana un diagnóstico sobre las infraestructuras demandadas históricamente por los onubenses. El objetivo es determinar ante la denominada Mesa de las Infraestructuras cuáles son prioritarias para el desarrollo inmediato de Huelva y que, por tanto, deben ser reclamadas con fuerza ante las administraciones competentes en cada caso. Son seis las afortunadas con esta consideración, y entre éstas llama la atención que las dos primeras sean dos inversiones olvidadas en los últimos tiempos, solapadas por otras y quizá reclamadas con menos fuerza. Y no hace falta que se diga ahora para saber que son fundamentales para ese necesario avance socioeconómico que requiere esta provincia. Son el desdoble de la carretera N-435 (la autovía que conecte Huelva con Extremadura) y el aeropuerto.
La primera de ellas es importantísima para vertebrar la provincia de norte a sur, conectando la Huelva más vacía con la más próspera, y abriendo ésta, al mismo tiempo, a la única comunidad autónoma española, la extremeña, con la que limita y con la que siempre hemos vivido de espaldas por unas comunicaciones muy deficitarias. Si alguien lo duda, aquí va una pregunta rápida: ¿Cuántas veces en el mes o en el año nos escapamos a Mérida o a Badajoz, por ejemplo? ¿Y a Sevilla o a Portugal? También vale plantear la primera pregunta a la inversa.
De la otra, el aeropuerto, llama la atención el inmovilismo que sufre pese a ser una inversión privada al 100%, que no obliga a ninguna partida, ni testimonial, del Ministerio de Transporte en los Presupuestos Generales del Estado. Detrás hay varios sectores económicos, con el turístico a la cabeza, que esperan a invertir más en la provincia cuando ésta se abra de par en par al extranjero.
El aeropuerto Cristóbal Colón tiene forma, lugar, financiación, viabilidad y riesgo cero para la Administración. Un proyecto paradigmático en el ostracismo al que está sometida Huelva. Para su desbloqueo bastan los permisos que debe otorgar Aviación Civil. Pero el Gobierno, después de los fiascos públicos en Ciudad Real y Castellón, parece que está haciendo pagar a Huelva por esa falta de previsión en la locura inversora en obras públicas de otros años en España, y que lamentablemente nunca se dio en tierras onubenses a pesar de las necesidades objetivas existentes.
En este caso, también paga la provincia por esa extendida afirmación, llena de ignorancia conformista, que es decir que a Huelva no le hace falta un aeropuerto porque ya tiene los de Sevilla y Faro, a algo más de 100 kilómetros cada uno. Quizá por eso, solo Huelva, junto a Lugo, sea la única provincia costera española que no dispone de vía de entrada por aire. Y quizá por eso también, más que por la estacionalidad veraniega, los hoteles no abren todo el año y el sector turístico no termina de ser más importante y esa fuente de riqueza que debería ser en la provincia. Pero no pasa nada porque tenemos playas muy bonitas. Y jamón y gambas.
Imaginemos una pareja parisina que ve los acantilados del Asperillo en un reportaje de Le Monde y se busca alojamiento en el Parador de Mazagón y vuelos a Huelva. No, a Sevilla, o mejor a Faro, que tiene más conexiones con Francia. Necesitaría al menos dos horas desde que llega a Portugal hasta que llega a la recepción con sus maletas, si ha tenido suerte y dinero para contratar un transporte personal directo. Y a 3 horas, y hasta 4, se iría si toma algún tránsfer que pare durante el trayecto en otros hoteles de la costa onubense, desde Isla Canela hasta Punta Umbría, antes de llegar a Mazagón. Casi un día para una escapada de fin de semana, que implica un regreso similar. ¿Muy buenas las playas de Huelva? Por supuesto. Pero seguramente el próximo viaje, esa pareja francesa prefiera bajar un pelín el escalón de playas y gambas para tener más tiempo que disfrutar en el Algarve.
¿Y la carretera de Extremadura? Algo parecido. Por ejemplo, bajar desde Mérida por la N-435 hasta Huelva implica tiempo, curvas y riesgo de accidentes. Unas 3 horas y 15 minutos para recorrer 249 kilómetros, que invitan a tomar la Autovía de la Plata a través de Sevilla, que son 279 kilómetros pero unos 35 minutos menos en total, y mucho más seguro el tráfico.
Ya puestos, nuestros vecinos extremeños, quizá mejor se queden en Sevilla para su escapada, o bajen hasta las playas de Cádiz, que es el mismo tiempo ya. Si no, la costa portuguesa está más cerca aún para ellos, que también comercializan tres cuartas partes de sus productos a través del puerto de Sines, en la costa lusa, que les coge más cerca y es más barato que llegar al Puerto de Huelva.
Aquellos que reclamaban la integración de Huelva como tercera provincia de Extremadura, para ser su salida al mar, entenderán que poco se habría ganado con ese movimiento, teniendo en cuenta que Huelva está arrinconada, apenas con salida disponible por Sevilla en carretera, y desde hace sólo 20 años con Portugal, sin que se le permita mirar hacia arriba, a su mismo país, a una comunidad vecina. Y en ese tapón de Huelva se pierde también la apertura de Andalucía a Extremadura y al Algarve, sin alternativa de tren fiable en esos dos casos. Como con Sevilla.
Dicen, además, que esa autovía al norte no tiene mucho sentido por la escasez de tráfico, aunque al mismo tiempo se deje morir el interior de la provincia de Huelva, más aislado aún, sin forma de llegar más que por carreteras secundarias y terciarias. Todo muy bonito pero cada vez más olvidado, sin vida ni futuro, como quedaría casi toda la Sierra onubense si se opta por una salida alternativa hacia la Autovía de la Plata por Santa Olalla. Otro mazazo a Jabugo (imperdonable no aprovechar su enorme valor), Cortegana, Aroche y medio Andévalo, ya sin fuerzas para gritar.
El problema viene también cuando se confunde afluencia con demanda y necesidad. Como si el viajero no tuviera en cuenta la comodidad del transporte, en carretera o tren, cuando busca un trayecto alternativo para llegar a un destino, o lo descarta por otro con más facilidades. Y Huelva lleva descartada por los demás toda la vida, aunque sigamos preguntándonos por qué es todavía un destino turístico realmente desconocido en Andalucía y en España.
Vale todo lo dicho para ese tren de alta velocidad con Sevilla y Faro, y para el de Zafra, en reforma actualmente aunque desconozcamos que va a ser de él, además de la presa de Alcolea, abandonada a medias en plena construcción como sólo ocurre aquí en Huelva, y la necesidad de una red básica para la distribución de la electricidad que se va a generar de forma limpia en toda la provincia. Son todas infraestructuras muy necesarias y declaradas ahora prioritarias para el desarrollo de una provincia a la que objetivamente le hace falta mucho más.
Si no queremos dejar morir a esta provincia definitivamente, necesitamos que se aborde de inmediato su ejecución. Sea así por el futuro de Huelva y su gente, pero también por el de Andalucía y por el de España, que tiene en esta tierra una oportunidad de despegue económico que puede aportar mucho al conjunto de un país muy necesitado. Hay lujos que no se puede permitir España, y no es precisamente la inversión en unas obras públicas con un impacto tan directo e inmediato en el territorio, con potencial para multiplicar ingresos. Desaprovecharlo sí que le saldrá caro.
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