Vance rompe moldes

Envío

20 de febrero 2025 - 03:06

Se comprende el seísmo causado en el establishment europeo por el magistral e inmisericorde discurso de J. D. Vance, el flamante vicepresidente norteamericano, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, que supongo de todos conocido. Las lágrimas de Christof Heugen, el director de la cumbre, en la ceremonia de cierre han dado la vuelta al mundo y son un buen resumen de la conmoción que se ha adueñado de los arrogantes y prepotentes miembros de esa élite que se cree con capacidades ilimitadas para limar la libertad y determinar la vida de sus vasallos, naturalmente por su propio bien y el del planeta. Heugen no es un cualquiera, ha sido uno de los consejeros más influyentes de la era Merkel, responsable de las medidas de política energética que han conseguido lo que parecía imposible: destrozar la economía alemana y hacerla dependiente del gas ruso, lo que invalida toda la gesticulación anti Putin y el apoyo de boquilla del Gobierno germano a la invadida Ucrania.

Sí, se comprenden las lágrimas de Heugen tras el tirón de orejas de Vance en un discurso sin una nota de apoyo, dicho, según los anglómanos que tanta importancia dan a esas cosas, con perfecta dicción que parece desmentir sus orígenes proletarios, de una clarividencia arrolladora e insultante. Un discurso breve, pero llamado a marcar un antes y un después no sólo en las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Europea, también en el seno de esta. La denuncia de Vance, que no vamos a recordar por haber sido tan glosada, introduce de repente en el tablero europeo todos los temas rigurosamente cancelados y sometidos al cordón sanitario de los satisfechos. Un gran discurso se mide, sobre todo, por sus efectos, por su trascendencia, y no es demasiado arriesgado pronosticar que los de este van a ser semejantes, en lo que a la política europea se refiere, a los ya míticos de Kennedy y Reagan en Berlín, en circunstancias bien distintas.

Se le ha reprochado a Vance no haber denunciado también con dureza la agresión y el peligro rusos, pero tal vez cuando se dispone de veinte minutos, y tanto que decir, no convenga distraerse del asunto principal. Y tal vez no sea buena idea perjudicar el acercamiento previo a unas conversaciones que, por hoy, son la única esperanza de paz en Ucrania. También por lo que calló demostró Vance su talla de estadista, inimaginable en estos lares.

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