Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Cuando saltó la noticia el pasado 26 de enero no es que el Decano fuera la mismísima reencarnación del Brasil del 70, pero es verdad que navegaba en la ola de la estabilidad, de las buenas sensaciones y de la ilusión y ahí también estaba la grada, que disfrutaba, tres años después, de una categoría que ponía al viejo Recre de nuevo, por fin, a un pasito del llamado fútbol profesional. El equipo jugaba notablemente, Dela y Rahim nos volvían locos son sus cabalgadas, Josiel tenía ramalazos de Fernando Redondo, Gálvez paraba más que Benji Price y Serrano parecía el doble de Baresi. También habíamos vibrado con partidos extraordinarios con ambientes de Primera y hasta se soñaba con ascender en un tercer salto consecutivo. Qué tiempos, ¿eh? Si parece que fue ayer…
Tras aquella esperpéntica rueda de prensa de ese viernes negro a todos se nos vino el mundo encima; el equipo empezó, justo tras ese día, su caída libre (con un par de excepciones) y parece evidente -y en cierta medida, lógico- que el Club, a otros niveles, también. Tras la derrota en Alcoy en un desastroso encuentro a este que aquí escribe le dio por decir en ese patio de desahogo que es X -otrora Twitter- que no era casualidad el descalabro: fue aparecer esa sombra y empezar a derrumbarse el chiringuito y que o nos lo quitábamos de en medio pronto o su gafe nos haría descender en marzo. En la exageración/desesperación del momento me refería al pasado marzo; igual ‘sólo’ me equivoqué en doce meses... Espero errar, de verdad; afortunadamente, eso lo hago muy a menudo.
Al igual que lo de hace tres años y lo de dos fue mérito y demérito de Alejo y compañía, lo del pasado curso y de éste es de Arias, Alfaro y de todo el personal adjunto como antaño cayó la responsabilidad en hombros de Zambrano y su gente, pero no me negarán que la aparición en el horizonte del artista es similar a una maldición. No es responsable directo de lo que pasa justo hoy pero sí terriblemente indirecto, evidentemente, de todo lo que ha sucedido en esta década de penurias y de milagrosa resistencia, y desde enero hasta hoy pues ya ven. Ahora quienes lo trajeron de la manita (porque no vino solo, que nunca se olvide) van deslizando lo del posible acuerdo del consistorio con los candidatos si se produjera una venta. En esa hipotética transacción (habría que conocer hasta el certificado de penales de los aspirantes, ya me entienden) están, por lo visto, muchas esperanzas. A mí, estando por medio el que está, todo me da pavor. La experiencia nos dice que en otra venta, de nombre no muy agradable, puede acabar todo esto como no se vaya con pies de plomo y como no haya un pelín de suerte, que ésa es otra historia. O la misma historia, en realidad.
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