Verdades como puños

Algunos sentirán no haber valorado en su momento los consejos que les daban, sus cerebros no estaban preparados para tanta sabiduría

Dos personas se miran entre sí.
Dos personas se miran entre sí.

20 de junio 2024 - 06:00

Durante miles de años sabios y sabias han dejado por escrito máximas llenas de razón, experiencia y consejos con la intención de mostrarnos el camino y minimizar daños. Lo curioso de todo esto es que hacemos oídos sordos y no aprendemos: tenemos que darnos de bruces contra la realidad, varias veces, para que nos cale hondo. Aún así la historia se repite, una y otra vez, tropezando con la misma piedra y cometiendo los mismo errores, generación tras generación. 

Hace casi tres mil años, que se dice pronto, estaba un tal Tales de Mileto dando consejos de vida, pregonando frases lapidarias que han llegado hasta nuestros días y las puedes leer en los azucarillos del café que te tomas en el bar de la esquina: “La cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás”, “muchas palabras nunca indican sabiduría”, y “el pasado es cierto, el futuro, oscuro”.  

¿Qué sería de este mundo si siguiéramos los consejos de los que ya pintan canas? No hace falta leer a Epicteto ni a Simone de Beauvoir para descubrir los secretos de una existencia sin sobresaltos; estamos rodeados de gente que ya pasó por lo que estamos pasando, pero está visto y comprobado que nos gusta el mambo y pegarnos chocazos contra la pared: esa maldita pared que no deja que nos acerquemos, como bien cantaba Bambino, en este caso que nos atañe, al conocimiento.

Nos gusta regodearnos en nuestros propios desastres: todos pensamos que si hubiéramos tenido la madurez que tenemos hoy hace unos años no hubiéramos fallado tanto. Pero si no hubiéramos fallado tanto no tendríamos hoy la madurez que tenemos. Bueno, perdona, me dirás: guárdate los consejitos baratos de taza de bazar porque hay cosas que se podían haber mejorado un poquito, que la tontuna a veces no tiene límites. 

Yo lo achaco a un irremediable aspecto biológico de nuestra especie: el cerebro no termina de desarrollarse y madurar hasta los 25 y 30 años. No hay otra razón, no nos castiguemos tanto porque no todo depende de nosotros, se nos escapa de las manos eso de razonar, hacer las cosas bien y escuchar la voz de la experiencia cuando somos jóvenes. 

Algunos sentirán no haber valorado en su momento los consejos que les daban, sus cerebros no estaban preparados para tanta sabiduría: cuando seas padre comerás huevos, quien algo quiere algo le cuesta, estudia una oposición, ¿te crees que el dinero crece de los árboles? No dependas de nadie, te hace falta una buena mili, y si tiendes bien, planchas la mitad. 

Lo que sí merece una buena reflexión es la historia de Epicteto: su filosofía era “vivir en el ahora”, apostar por una vida plena en el único momento sobre el que podemos tener algún poder de decisión: el presente. ¿Te suena? Estamos hablando de una persona que nació en el año 55 y ya lo tenía claro. ¿Hemos aprendido algo? Necesitamos más clases de Filosofía porque el futuro es muy oscuro: Tales tenía toda la razón. Por favor, haz caso a tu madre.

¡Feliz jueves!

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