Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Hacía mucho tiempo que no hablaba con él y una circunstancia preocupante propició una llamada telefónica gratamente larga y gratificante como todas las conversaciones que recuerdo con un interlocutor tan sabio e ingenioso como es Víctor Márquez Reviriego, escritor y periodista onubense de Villanueva de los Castillejos, cuyas conversaciones siempre fueron provechosas y enriquecedoras. El motivo de la llamada se debía a la falta de noticias sobre nuestro común amigo y compañero, Ricardo Bada, notable escritor y comunicador de Huelva que vive y trabaja en Colonia, Alemania, y cuya prodigalidad literaria y comunicativa se ha visto interrumpida hace algún tiempo con la correspondiente incertidumbre e inquietud por parte de los compañeros que lo apreciamos entrañablemente y recibimos siempre con afecto sus muy brillantes comunicaciones.
Fue éste el motivo de hablar con Víctor, interesado por el silencio de Ricardo, del que por el momento no sé nada, pero que me deparó esa charla propicia con el escritor y periodista de tan extraordinarios méritos acreditados con excepcional brillantez en tantas obras valiosas y legítimamente entroncadas con la realidad social, política y cultural de nuestro país en una etapa histórica trascendental de la que él, con su talento y su admirable ingenio periodístico acertó a trasmitir a sus lectores. Suyas son las páginas más valiosas e inolvidables de la crónica parlamentaria con títulos tan relevanes y de singular maestría como “La tentación canovista” (1978), “El pecado consensual” (1979) y “Escaños de penitencia” (1981) entre otras publicaciones y artículos publicados en los más destacados periódicos españoles. Recordemos sus impagables “Auténticas entrevistas falsas” (1994), entrevistas de ficción publicadas en la revista “Leer”.
Tan jugosa conversación, vía telefónica, en la que hablamos de tantas cosas no cabe en la brevedad de esta columna. Sí he de destacar que me recordó la entrevista que le hice en Radio Popular (Cope) y en la que, según él, como siempre ha sostenido., yo le di nombre al grupo Santa Fe. Me honro de tal paternidad de aquel grupo, una suerte de “gauche divine” a la vanguardia de la cultura de Huelva, una especie de “círculo Bloomsbury” a nuestra manera que convulsionó la atonía cultural del momento y que como lo definía el gran pintor Juan Manuel Seisdedos “Lo formaron jóvenes interesados en el arte plástico, la literatura y la música y con una tremenda ilusión por crear un espacio de libertad”. Con el nombre de la taberna de Boni y de Paca, los padres de Juan Manuel, donde se reunían en el paseo homónimo, decía Víctor que “el padre era Juan Manuel Seisdedos, el hijo el propio Víctor y el Espíritu Santo el inolvidable Manolo Crespo”, que con los también desaparecidos Manolo Pizán y Paco Pérez, el Capitán de las Dunas, dos grandes pérdidas, y Manolo Garrido integraron el grupo inicial. Una entrañable evocación con la ingeniosa expresión de mi ilustre interlocutor.
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