Caleidoscopio
Vicente Quiroga
Ómnibus
Tuve una maestra de Matemáticas en BUP que era un sieso. Una saboría, un hueso, un reo, un callo, una bicha. Y aún así me encantaba ir a sus clases. Yo es que soy de malotes desde siempre. De chico me caía bien Lex Luthor, y hasta a Sauron le pillé el punto, por muy señor oscuro que fuera. Con los años he aprendido que, en el mundo real, es mejor tener cerca a un malote que a un buenazo, que al toro le ve uno los cuernos y la mala leche desde lejos y por eso nunca te coge desprevenido, mientras que las serpientes, los alacranes, las sabandijas y demás bicharracos rastreros o cobardes te arrean por detrás y si te he visto no me acuerdo. Además, de los malos se aprende mucho más. Con mi maestra de mates, por ejemplo, pasaba que todos sabíamos que tarde o temprano te sacaría a la pizarra, y que si la cagabas te podías olvidar de las palmaditas al hombro, porque la piedad no iba con ella, que era más de arrearte estopa ahí, de pie delante de toda la clase, con tanta fuerza que en cinco minutos te dejaba avergonzado para el resto del curso. Para evitarlo, claro, solo podías hacer una cosa: estudiar. Y eso es lo que hacíamos.
Era mala porque sí, pero con buena intención. Recuerdo que un día le pedimos que nos cambiara la fecha de un examen porque íbamos a hacer huelga, y la muy perversa nos dijo que nones, que cuando ella hacía huelga perdía el jornal del día y que nos vendría muy bien aprender que, a veces, conseguir lo que quieres requiere sacrificios. Yo, desde luego, no olvidé nunca la lección, ni tampoco la he olvidado nunca a ella, a pesar de que he pasado, antes y después, por unas cuantas maestras (y maestros) más. Ni qué decir tiene que ese curso fue el único en el que estuve en clases de Matemáticas con la sonrisa puesta, porque resulta que, además, los malos me divierten mucho. Para hacer el mal de verdad hay que ser creativo e ingenioso, y no hay nada que admire más.
Lo que pasa es que no todo el mundo los entiende. Supongo que eso explica, querido ministro, que me caiga usted bien mientras que para el resto de Huelva es algo así como el archienemigo de la peli. En realidad se lo tiene bien empleado, porque apareció usted largando sapos y culebras del AVE y eso la gente no lo perdona, y para colmo se metió con la alcaldesa, que aquí quien más y quien menos le tiene su aprecio. No se piense, de todas formas, que lo de no creernos nada de la licitación es a cuenta de estos antecedentes que le acabo de relatar, ni por lo de ser malote y tal, sino que viene de lejos, ¿sabe?, de que van ya treinta años de trolas con el asunto y todo lo que nos digan al respecto lo ponemos en cuarentena, aunque no me negará que sería gracioso que el único ministro de Transportes que nos ha dicho en toda la cara que de AVE, nada monada, sea el que al final lo traiga. Si le sirve de algo, yo le creo, pero hágame el favor de no dejarme en mal lugar y el viernes, cuando venga usted por aquí, tráiganos hechos, además de palabras, que le digo yo que al final va terminar convirtiéndose en nuestro villano favorito. El Gru de Huerva. Al tiempo.
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