El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Un equipo, una afición, una misión. Nada más finalizar el partido en Ceuta la expresión más contundente: de la calma tensa se ha pasado a vivir "acojonados". Y es indudable que hacía tiempo que no pasaba el Recreativo por una situación tan alarmante en corto espacio de tiempo. Crece la incertidumbre, aumenta la desmoralización. Y es normal que como se dice de manera coloquial que el "horno no está para bollos". En el fútbol, igual que pasa en cualquier posición social o económica de la vida, si las cosas marchan bien el mérito siempre es del grupo y si todo marcha mal la culpa en cualquier tiempo es del mandamás.
La marcha decadente del Decano reparte la culpabilidad desde arriba hasta abajo. Por desgracia, la diana está exclusivamente colocada en la cabeza de Abel Gómez, que tras pisar el Nuevo Colombino nunca cayó bien, y por haber cometido errores (esto es indudable) también son menos de los que se le asignan en detrimento de unos jugadores arrastrados por negligencias letales en el campo, pero el técnico es el reo que merece el castigo individual. El vestuario tajante: "Con el míster hasta el final".
Ahora se junta el hambre con las ganas de comer. Una entidad en permanente juicio y en quiebra con futuro borroso y vacilante, unida a un equipo que defiende en el campo lo que no tiene garantías desde la zona noble asolada por las fluctuaciones. Por eso, el Decano sufre una vida tan enmarañada. Dos salidas con derrotas mínimas y una referencia de otros dos seguidos en el Nuevo Colombino ante teóricos favoritos (Fuenlabrada y Real Murcia) con valor doble.
Ya todos los choques están marcados en rojo hasta sacar la cabeza para respirar aire fresco. Obligados a estrenarse en el casillero de las victorias para que broten sensaciones y evitar el caos. El enfado se expresa en la previa, luego el equipo necesita apoyo para enderezar el rumbo. Un día para levantarse, un partido para sustentar la esperanza.
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