Crónica personal
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Pero problemas va a haber siempre. Más graves o menos graves. La cuestión es que la mayoría de ellos no dependen de nosotros, son externos. Llegan y nos tocan. Esto es así. De lo que te tienes que preocupar es de lo que depende exclusivamente de ti, de eso sí eres directamente responsable. De niño, tu responsabilidad es jugar y aprender. En este momento, con la edad que tienes, por ejemplo, son los estudios; el tiempo, el esfuerzo, las ganas que le dedicas. También los amigos. Y la familia, claro. Básicamente, ahora, tu responsabilidad se basa en tu familia, tus amigos y estudiar. El resto de problemas te irán llegando y los irás solventando en el camino. La vida es básicamente eso, saltar de marrón en marrón. Solucionarlos o esquivarlos, pero que no te arrastren. Cuando te vayas haciendo mayor, cuando la suma de los años vaya a la par de perder su cuenta, aparecerán otros avatares, cada vez más grandes: pagar una casa, tener dinero para comida, cuidar a tus hijos, mantener y hacer bien tu trabajo… La exigencia será mayor a cada vela que soples. Y podrás pensar que hacerse mayor es una mierda, pero no es así. Para nada. Es una aventura fascinante. El truco es haber acumulado experiencias negativas suficientes como para saber que sólo un puñado de ellas son realmente importantes: la muerte, la soledad, una dura enfermedad, y alguna otra pincelada deforme.
Ahora lo que sucede es que cualquier golpe os parece fuerte. La debilidad del me gusta. El ser humano se acomoda a su entorno y no estáis entrenando la resistencia al disgusto, a la opinión contraria -que no es peor ni mejor-, a la frustración. Se os llena demasiado rápido el vacío, pero con humo. Cuanto antes percibas que no todos te querrán, que el mal acampa en la esquina, o que siempre habrá baches que sortear en el camino, más fácil te será la vida. Que de eso se trata, de encontrar el gurumelo oculto entre la tierra.
Los sinsabores te ayudarán a apreciar lo bueno. Y para eso el aprendizaje. Así, si te gustan las uvas, sabrás de sobra que no hay que comerse las ramitas del racimo, es un desecho necesario, o que si alguna vez masticas una de sus semillas, desatándose su sabor amargo y ácido, habrá merecido la pena por el resto de sabores dulces degustados. Ya verás, cuando llegues a adulto, tras pasarte tantas fases del juego de los problemas, uno no puede permitirse el dejar de celebrar cada una de las victorias. Así que ánimo.
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