Y nosotros, ¿qué?

15 de marzo 2025 - 03:06

Me gustaría pensar que lo que voy a exponer no se trata de una cuestión individual sino un pensamiento compartido por otros muchos ciudadanos. Y es que cuando se tiene un mínimo de sincera y arraigada sensibilidad democrática, resulta casi insultante que se den situaciones, como la actual, referidas a temas de Estado y más estando relacionadas las mismas con la Defensa y la Seguridad, en unos momentos de tensión y crisis geopolítica que están poniéndonos al límite de un conflicto internacional de dimensiones insospechadas y que los ciudadanos, el pueblo, la gente… esa a la que tanto se apela, cuando interesa demoscópica y electoralmente, tenga que apechugar con la versión edulcorada de una comparecencia presidencial con exclusivo interés partidista y no se pueda comprobar el contraste de opiniones, la fuerza argumental de los diferentes grupos políticos, pero no por agencias informativas sino por la participación en directo, con luz y taquígrafo, desde la tribuna del Congreso de los Diputados.

Naturalmente, si esto no es así, algo está fallando en nuestra calidad democrática como nación lo cual no deja de ser un riesgo y una anomalía muy importante en la consideración de nuestro país como una democracia auténtica, sustentada por el ejercicio periódico de unas votaciones libres, referenciadas por Instituciones imparciales y unos gobernantes que no es extralimiten en el ejercicio de sus poderes constitucionales que deben estar, siempre, por encima de sus propias consideraciones ideológicas.

Aquí, es donde se hace más palpable la falta de respeto del político de turno, en este caso, el Presidente Sánchez. El cual, a las múltiples muestras de sentido autocrático en sus actuaciones, en estos momentos, por pura ética no puede ni debe, hurtarle a los españoles su sometimiento a los representantes de la soberanía popular, exponiendo públicamente, sus planes y fórmulas para dar cumplimiento al mandato de la UE, en relación con las cuestiones de Defensa. Lo que sucede es, que ahí chocamos con su concepción absolutista del Poder, resaltada por su afirmación de gobernar “con o sin el Legislativo” y ejecutada en su falta de respuestas en las Sesiones de Control, sus ausencias -un año ya en el Senado- su afición al uso de los Decretos, su anuncio de muros aislacionistas de los opositores y sus caudillistas aspiraciones de adhesiones inquebrantables de paralelismo patético con sus cesiones desmedidas a los socios chantajistas que le permiten así, sostenerse en el Poder.

Parece como si no tuviera asimilado que su poder, no es soberano sino prestado y limitado, es como un préstamo cuatrianual que le otorgamos los ciudadanos a los que nos está regateando la información directa de lo que es un problema internacional con importantes consecuencias para todos.

Debe demostrar que tiene sentido y responsabilidad de Estado y no una exigencia exclusiva hacia la Oposición de la que se ha “carcajeado” y que, ahora, al no tener el asentimiento de sus socios, trasladarle -aunque con verdadero desagrado- la obligación de ayudarle, sin renunciar en ningún caso a su “trilerismo” habitual dejando fuera a su odiada “ultraderecha” mientras busca el apego a las filoetarras, en un notorio contorsionismo antidemocrático. Y lo peor, nos deja “in albis” a los ciudadanos libros y demócratas que nos preguntamos: y nosotros, ¿qué?

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