Editorial
La influencia y la eficacia
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El presidente de la Junta, Juanma Moreno, ha dicho esta semana en Bruselas que Andalucía es “la región más influyente de la Unión Europea”. Puede interpretarse que el mandatario andaluz se ha dejado llevar por un arrebato de entusiasmo al estrenar el cargo de presidente, para medio mandato, del Comité Europeo de las Regiones (CDR), a propuesta del Partido Popular Europeo. El cargo tiene pocas atribuciones ejecutivas, pero permitirá la proyección del Moreno en las instituciones que conforman el núcleo de poder de la UE. Pero la triste realidad es que ese cargo no garantiza, ni mucho menos, una capacidad de influencia para Andalucía mucho mayor que la muy escasa que ahora tiene. Tampoco la tienen el resto de las regiones europeas ni es previsible que esta situación se vaya a modificar con la profunda crisis que atraviesa la UE. Andalucía no es influyente, pero sí es importante. Lo es por su tamaño, su población, su situación geográfica, su clima, su peso como tercera economía nacional y su imbatible marca que la convierte en polo de atracción turística y la hace ser reconocida en todo el mundo. Pero la influencia es otra cosa. Son influyentes los gobiernos nacionales e incluso la red de grandes ciudades europeas. Pero las regiones han tenido siempre un papel residual en el proceso de toma de decisiones en Europa y han actuado como meros receptores y administradores de los fondos europeos que les llegan desde las administraciones centrales de sus países. Más que en buscar influencia, Andalucía debe centrarse en desarrollar con eficacia las enormes potencialidades que tiene y que la deberían colocar mucho más arriba de donde ahora está en todos los indicadores de bienestar y progreso.
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