La tribuna
Javier González-Cotta
El Grinch y el Niño Dios
Tribuna | A portagayola
Sin tocar el larguero, consejera. Perfección brutal de ejecución la que se ha marcado en ese gol que le ha colado Marcial Gómez Balseras, su director general en el área de Personas con Discapacidad de la Consejería de Igualdad, Políticas Sociales e Inclusión, con esa comunicación hecha llegar al Ayuntamiento de Baza. Intuyo que le han metido de lleno en este embolado. Y si comienzo así es porque entiendo que usted, disfrutando de sus vacaciones, no tuvo conocimiento alguno de esa misiva que amedrenta, que supone acciones deliberadas, alude parcialmente a leyes de protección y sibilinamente deja entrever una más que previsible denuncia, supuestamente preparada para dar carnaza a quienes desde bastante lejos de Baza, e incluso de Andalucía, andan alineados con esa cosa llamada Agenda 2030. Se quiera reconocer o no.
Una casual notificación que habría tenido todo su sentido si la hubiese motivado una denuncia previa de alguno de los implicados, que no ha sido el caso. No me digan que a veces no sorprende ese celo extremo que pone la Administración para organizarnos la vida.
Curioso que tenga que ser Baza ahora y no haya sido Huelva diez días antes. Curiosa la casualidad que, en este caso, haya sido a un empresario modesto al que le haya afectado este arranque de dignidad de diseño que desde uno de los palcos de la Consejería se ha despachado a discreción contra el mundo del toro. Sí, sí, ¡contra el mundo del toro! Si a ese apelativo de enanito no le siguiera el de torero, estaríamos hablando de otra cosa.
Causa rubor que alguien en nombre de toda la Consejería se haya despachado de esa forma contra un espectáculo legal que suele reunir todos los aspectos administrativos y de dignidad para que los pueda autorizar cualquier Delegación del Gobierno en Andalucía.
Pero hay más en toda esta polémica que se ha montado en nombre de la dignidad para con las personas con acondroplasia.
He nombrado Huelva. Recuerdo perfectamente, cuando nos reunimos el equipo de trabajo con el que este periódico, Huelva Información, cubriría la Colombinas de este 2021, que en la parte correspondiente a la actuación del Popeye Torero estaba esa anotación que decía “Reportaje humano”. Y nos fuimos a buscar a los protagonistas en ese momento en el que han llegado a una ciudad, y andan conociendo la plaza donde torean esa tarde. Donde están frescos esos pensamientos e incertidumbres de cualquier torero. Y ahí estaban ellos. Junto al resto de sus compañeros sin acondroplasia. Sin distinción. Cada uno con sus problemas en la cabeza. La vida en esencia pura como todo quisqui. La rutina que nos empuja a vivir nuestras respectivas vidas y una amplia sonrisa llena de orgullo por ser parte de la normalidad de la vida: trabajas, cobras, pagas, vives. Y nos contaron todo eso con una ilusión que envidiamos sanamente más de un día de nuestras vidas. Libres en el ejercicio de su afición, de su profesión. Llenos de fe porque Huelva les había llamado. En toreros. Yo no vi ningún bufón.
Nadie se ríe de los enanitos toreros, aceptados plenamente en el mundo de la Fiesta como artistas, como cómicos, como toreros. Nadie se ha burlado de un solo componente de esas cuadrillas que tradicionalmente han servido como pórtico de afición a los más jóvenes. Se burlan quienes persiguen que no hagan el paseíllo. Quienes en el nombre de no se cuántas asociaciones proclaman esa misiva colaborando ardientemente a que el Ayuntamiento de Baza reculara, ¿amedrentado, aliviado?, seguramente por esa futurible denuncia.
No cabe todo en una hoja de periódico pero de ese reportaje lleno de cariño y reconocimiento que magníficamente plasmó Carlos –un notable periodista en prácticas que se ha jugado el tipo por seguirnos el aire en esta bendita locura de periodismo taurino– se desprende más que otra cosa la felicidad y el orgullo de estar anunciados en los carteles de una feria importante. En la posibilidad de tener ingresos, como esa mañana dijeron, para comprar su ropa, gastar en cerveza, pagar su gasolina y vivir la vida que les deje vivir la vida y a ellos les apetezca. Es que no hay más. Ni más se entiende esta tutela social que comenzó un día castrando mascotas y poco a poco restringe nuestras vidas a caminar por un callejón con instrucciones precisas de cómo educar, cómo vivir, cómo ser.
¡Ya está bien! ¿Se ha acercado alguien de esos que escriben las prohibiciones y las normas de vida a preguntarles a estos hombres y mujeres qué quieren ser? ¿Alguien de esas cuadrillas con personas acondroplásicas mantiene habitualmente denuncias ante la autoridad laboral porque no les paga el empresario?, ¿Contenciosos por no tributar sus impuestos? ¿Denuncias por maltrato? ¿Denuncias por esclavitud?
¡Porompompero! Cantaba Manolo Escobar ...”que no me vengan con leyes...”.
A mí tampoco. No me ha dado por ir leyendo la vida normal, mi relación con la sociedad, en base a tal o cual articulado. Me apoyo en el sentido común, educación y respeto por esa libertad individual que tanto me motiva.
Se nos llena la boca de inclusión, iguales, igualdad, trabajo, dignidad. Y generalmente las personas normales, las que andamos la vida no buscando más allá que el dejar vivir, las entendemos todas. Me entra la duda de que en este caso tan llamativo la Administración, las asociaciones o cuantos se hayan conjurado en torno a Baza, o cualquier plaza perseguida por un espectáculo de un Bombero, un Popeye o cualquiera que sea el formato, se haya pensado en esa libertad individual que tienen cada uno de esos profesionales para decidir qué hacer con su vida. Para sentirse héroes en una tarde frente al público o el becerro.
Es verdad que esa carta de la Consejería de Igualdad no prohíbe. No puede hacerlo. Pero amedrenta y coacciona a quienes por dos días al año organizan sendas actuaciones taurinas y no quieren líos. Y tiran por el camino fácil de apartarse, y eso es lo que ha hecho sustancialmente el Ayuntamiento de Baza. Vamos en el sentido contrario. Esta vida no rula conforme a natura.
Hacemos artificial la naturalidad en vez de ceñirnos a defender a quien lo necesite, a estar prestos a quien lo pida, sin inmiscuirnos en esa libertad individual. Se prohíbe al por mayor y no es justo prohibir desde la generalidad. No es justo quitarle a alguien sus sueños porque eso, entre tanta irrealidad, es lo más valioso que tienen en la vida.
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