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Con este título publiqué un artículo en este diario en octubre de 2023, unos días después de la reacción del Gobierno de Netanyahu a los atentados terroristas de Hamás en Israel. En el artículo condenaba los atentados y también la desproporcionada reacción del Gobierno Israelí en Gaza, lo que ya estaba provocando numerosas víctimas, impidiendo los suministros básicos y generando una destrucción indiscriminada. Ponía el foco en la incapacidad de Estados Unidos de frenar la matanza, por la enorme influencia política del lobby judío, lo que le permitía a Israel seguir recibiendo financiación y armas de la primera potencia mundial, y en la intrascendencia política de una Unión Europea incapaz de adoptar una posición común ante el conflicto. Esa posición del mundo occidental, que tenía su refrendo en la imposibilidad de un acuerdo de condena en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, le daba libertad a Netanyahu para seguir adelante con sus planes, ya que las llamadas a un alto el fuego y a la contención no tenían trascendencia.
Desde entonces, la venganza de Netanyahu contra los atentados de Hamás se ha convertido en una masacre cifrada en más de 41.000 muertos, desplazamientos masivos de la población y la destrucción de hospitales, escuelas, infraestructuras y gran parte de las viviendas de Gaza.
El terrible espectáculo retransmitido por televisión ha estado al alcance de todo el mundo, y es difícil no conmoverse y repudiar a estas alturas de la historia un ejercicio de violencia de esta magnitud, realizado por una fuerza destructiva tan superior a la de sus enemigos. Por ello, el rechazo ha sido generalizado entre una población mundial que contempla con estupor como los países ricos occidentales, que han sido un referente moral y civilizatorio por su desarrollo, bienestar y democracia, mantienen una posición contemplativa -cuando no de apoyo abierto- ante un pequeño país cuyo ejército está aplicando una estrategia de destrucción sistemática. Frente a ello, China y otros países optan por ser referentes alternativos de un nuevo orden mundial, condenando con rotundidad el comportamiento del gobierno de Israel.
Un gobierno que se comporta como un niño consentido. Ni respeta los acuerdos internacionales, ni cumple las resoluciones de las Naciones Unidas ni las del Tribunal Internacional de Justicia, mientras que recibe armas de los países desarrollados, intercambia tecnología de vanguardia y participa en competiciones deportivas europeas o en Eurovisión sin formar parte de Europa. Con estas concesiones, se puede entender que el gobierno de un país con el 0,13% de la población mundial esté condicionando la geopolítica mundial.
Como es conocido, Netanyahu se enfrentará a graves acusaciones judiciales cuando abandone la jefatura del gobierno, por lo que cuenta con incentivos personales para continuar la guerra. Si bien su apoyo electoral es reducido, la guerra y la experiencia histórica inducen a los israelitas a cerrar filas en torno a su gobierno. Por tanto, puede afirmarse que Netanyahu ha encontrado en la extensión del conflicto una oportunidad para mantenerse en el poder. Por ello, ha arremetido en Cisjordania contra los palestinos que se defendían de los atropellos de los colonos. Y ahora lo hace contra Hezbolá en Líbano, en una operación que ha puesto de manifiesto la capacidad tecnológica y estratégica de su ejército, y la debilidad militar del mundo islámico.
De nuevo, el gobernante israelí utiliza la estrategia utilizada en Gaza: bombardeos masivos justificados por la presencia de terroristas, aunque con resultados de muertes mayoritariamente de civiles y desplazamientos masivos desde el sur del país, a lo que probablemente seguirá la invasión terrestre.
La Asamblea General de la Naciones Unidas adoptó el pasado día 18, por amplia mayoría, una resolución que exige el fin de la ocupación de Palestina, de acuerdo con la opinión consultiva emitida por la Corte Internacional de Justicia en el mes de julio, aunque dicha resolución recibió el voto negativo de Estados Unidos y la abstención de doce de los veintisiete países de la Unión Europea. No obstante, el gobierno norteamericano, probablemente motivado por el posible impacto negativo de la continuidad del conflicto en la candidatura Kamala Harris, ha presentado una propuesta de alto el fuego conjuntamente con Francia y con el apoyo de otros países. El gobierno de Israel se mostró dispuesto a estudiarla, pero Netanyahu ha mantenido su posición en el discurso del día 27 ante la Asamblea General de la ONU, afirmando que no se detendrá hasta derrotar la milicia libanesa de Hezbolá. Pero la experiencia de otras intervenciones armadas de Israel en Palestina y el Líbano pone de manifiesto que la muerte, la humillación y el terror no conducen a una paz duradera, sino que generan un profundo odio del que pueden surgir cientos de miles de nuevos “terroristas”.
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