Federico Relimpio Astolfi

¡Muface para todos!

La tribuna

10758688 2025-02-05
¡Muface para todos!

05 de febrero 2025 - 03:06

Muface lleva un par de meses acaparando titulares. Sin embargo, es probable que el común de los mortales no tenga una idea clara de lo que es. La información al respecto llega sesgada y con cuentagotas. Es preciso aclarar, por tanto, que se trata de una modalidad peculiar de sanidad –exclusiva para funcionarios, optativa–, gestionada por compañías privadas de seguros, pero financiada a cargo de los Presupuestos Generales del Estado.

Entonces, ¿cuál es el problema al respecto? Si el ciudadano de a pie quiere saber la nota distintiva de Muface, aquello que la convierte en algo sustancialmente diferente del sistema público, tendrá que valorar la libertad de elección de que disfrutan los mutualistas, a diferencia del resto de los mortales. Y les pongo un ejemplo:

Suponga que a un funcionario se le presenta un picor insoportable en los ojos. Si el hombre está adscrito a una compañía de seguros licitada con Muface lo tendrá claro: descolgará el teléfono y pedirá cita con uno de los oftalmólogos de la compañía. El que el funcionario elija. Y, una vez atendido, si al funcionario en cuestión no le convenciera la atención dispensada, volverá a descolgar el teléfono para pedir consulta con otro. Y sin darle explicaciones a nadie.

Si usted no es funcionario –y no se paga la asistencia de su bolsillo–, esta forma de asistencia sanitaria le parecerá sorprendente. En este sentido y salvo en caso de urgencias, el ciudadano común y corriente tiene que pedir consulta a su médico de Atención Primaria. Y cuando escribo “su” médico de Atención Primaria, subrayo el matiz: casi nunca se trata del profesional que el ciudadano elige, sino el que se le asigna o está disponible.

Esta es, pues, la clave: en el sistema público de salud, la libertad de elección existe sobre el papel, pero, en la práctica, está coartada o dificultada a fin de convertirla en una costumbre poco frecuente. Y ello no obedece a una voluntad perversa, sino que emana del mismo funcionamiento institucional. Sépase, en este sentido, que la implementación de la libertad de elegir acabaría con la funcionalidad del sistema público tal y como está concebido.

Sigamos con el procedimiento habitual en el sistema público: una vez atendido el ciudadano por su médico de Atención Primaria, este decide qué enfoque se precisa o si aquel necesita ver al especialista. Y a qué especialista. Que puede ser el dermatólogo (picor de los párpados) o el alergólogo (alergia estacional). Y, con frecuencia, solo si el acuerdo de derivación así lo permite o aconseja.

De este modo, es comprensible que el funcionario adscrito a Muface encuentre insoportable el procedimiento que acabo de describir, por mucho que se demuestren los enormes beneficios de una Atención Primaria en manos de plantillas estables y bien formadas –eso es otro cantar–. Por otra parte, puede que la escasa capacidad de elegir dentro del sistema público nos explique una parte nada desdeñable de las agresiones.

Los defensores de Muface, por tanto, invocan su derecho a decidir a qué profesional van a confiar algo tan íntimo como su asistencia sanitaria. El derecho, por tanto, a elegir médico o cambiarlo a voluntad, sin darle explicaciones a nadie. Los funcionarios llevan muchas décadas haciéndolo así, y quieren envejecer con este privilegio.

Las aseguradoras lo saben, y ello les ha permitido jugarse un órdago contra un Gobierno débil, incapaz de soportar la movilización de cientos de miles de funcionarios y, por tanto, renuente a sostener las convicciones de la titular del Ministerio de Sanidad. De ahí el sustancial aumento de la financiación ofrecida por el Gobierno para atraer a dichas aseguradoras.

La refriega de Muface, por tanto, tiene mucho que ver con la defensa de un espacio de libertad aplicado a un sector –¿privilegiado?– de la asistencia sanitaria. De modo indirecto, este debate acaba de salpicar a un sistema sanitario público envejecido –en su concepto administrativo y en sus recursos humanos–, infradotado e infrapresupuestado. Un sistema al que tanto debemos, pero con el que, paradójicamente, estamos tan cabreados.

En este sentido, podríamos aprovechar esta coyuntura para lanzar un nuevo debate: uno que contemple la posibilidad de adoptar un sistema tipo francés en el que, estando la población cubierta, se permita la incorporación de una dosis real de libertad. Algo así como un Muface para toda la población.

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