Pilar González

El Prado, el flamenco y la desmesura

La tribuna

10842101 2025-02-10
El Prado, el flamenco y la desmesura

10 de febrero 2025 - 03:07

Las obras de arte no son sólo una herencia histórica, son también una fuente de cohesión social y de autoestima que permite a la ciudadanía comprender su pasado y proyectarse hacia el futuro. El patrimonio cultural es, a la vez, localización y pertenencia: en el caso de la Dama de Baza, por ejemplo, la preposición “de” indica el lugar donde apareció y al que pertenece. Todos los bienes culturales, materiales e inmateriales, están profundamente vinculados a su contexto geográfico, histórico y social.

Por eso, hace más de cincuenta años que la Unesco advierte de la necesidad de conservar el patrimonio cultural en su contexto original, donde cobra su auténtico sentido y donde su valor simbólico y social se hace más evidente.

De ahí que la Proposición no de Ley que presenta Adelante Andalucía en el Parlamento para que el patrimonio cultural expoliado a los andaluces vuelva a casa, está en perfecta sintonía con las directrices del organismo internacional que vela por la cultura.

Y también coincide con el criterio de los mejores expertos, como el profesor Enrique Valdivieso, andaluz de Valladolid desgraciadamente fallecido hace pocos días, al que irritaba encontrar en el Louvre obras de conventos andaluces y defendía que los cuadros de pintores sevillanos deberían volver a Sevilla. “Los pueblos expoliados somos débiles económicamente, si fuéramos poderosos otro gallo nos cantaría” decía en una entrevista en 2013. Y mucho antes, en clase nos explicaba apasionadamente como es imposible entender las obras de Murillo sin la Sevilla de su siglo.

Por eso, afirmar que los museos de Madrid, como el Prado, o el Arqueológico Nacional, sean el lugar donde debe estar el patrimonio de los andaluces, es negar que el pueblo andaluz pueda preservar, interactuar y mantener su propia herencia cultural, su propia identidad.

Es algo así como asegurar que el flamenco reside en la antigua Villa Rosa porque Madrid es la capital de los tablaos y sus autoridades tienen poder para apropiarse del patrimonio de la humanidad en beneficio de la humanidad que tiene patrimonio. Banalizar el flamenco como una “marca España” para atraer turistas es negar su originalidad, despreciar su autenticidad y desconocer en contexto en que surge. Por suerte, nos queda el Carnaval de Cádiz, ese sí territorio de la libertad, para responder rotundamente a la apropiación que otros hacen de nuestra cultura. No se pierdan, al respecto el Coro ¡Qué barbaridad!, cuyo autor, Miguel Ángel García Argüez, más conocido como El Chapa, responde a esa pretensión con la rotunda claridad que yo quisiera.

¿Alguien puede negar que en la cosmopolita Málaga no haya “una casa”, un espacio cultural adecuado, para conservar y disfrutar la valiosísima Lex Flavia Malacitana?

Las y los andaluces no necesitaríamos ninguna “otra” casa si en la nuestra estuviera lo que es nuestro. Y, además, lo mostraríamos con orgullo al mundo entero. No en vano llevamos la Humanidad en el escudo.

Mantener las obras de arte andaluzas fuera de nuestra tierra es renunciar, en definitiva, a la capacidad de las y los andaluces para gestionar y decidir sobre su propio patrimonio, es negar lo que celebramos cada 28F: Andalucía constituida como sujeto político con capacidad de autogobierno. Ese sí es un infierno de desmesura.

No parece un esnobismo sino un trabajo honesto y a pie de obra el de los autores de la iniciativa de Adelante Andalucía. Cuando el centralismo es más transversal en política que cualquier otra cosa, incluso entre la gauche divine del actual ministerio de cultura, es de agradecer el discernimiento de lo importante y la valentía de este grupo andalucista.

Aunque sean más de Cortázar que de Borges, particularmente cuando el célebre Cronopio afirmaba que: “Hay que ser desmesuradamente revolucionario en la creación y quizá pagar el precio de esa desmesura. Sé que vale la pena.”

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