Antonio Rivero Taravillo

El regreso de Pedro Garfias

La tribuna

10704085 2025-02-01
El regreso de Pedro Garfias

01 de febrero 2025 - 03:08

Hay buques que portan un destino que, junto a su nombre, expresa una tragedia, verbigracia el Titanic, que es mentarlo y saber de inmediato que hablamos de un terrible naufragio. Por el contrario, el Sinaia es sinónimo de acogida, de esperanza para una nueva vida transcontinental después de, eso sí, el naufragio de la Segunda República, de tantas vidas desarboladas y con vías de agua. El Sinaia llevó a México a un millar y medio de exiliados españoles en 1939. Fue el primero de aquellos barcos, y el más celebre. Entre quienes desembarcaron en el puerto de Veracruz estaba el poeta andaluz (no importa que nacido coyunturalmente en Salamanca) Pedro Garfias.

Garfias vivió ya el resto de sus años en México, principalmente en Monterrey, donde murió en 1967, pero también pasó a menudo por otras localidades de aquel vasto país, por ejemplo Guadalajara, donde dejó admiradores y amigos. A bordo del Sinaia, el poeta escribió uno de sus mejores poemas, Entre México y España, al que pertenecen dos versos conmovedores: “con España presente en el recuerdo, / con México presente en la esperanza”. Fue, sobre la emoción intrínseca de esas mismas palabras, doblemente emotivo escuchar estos endecasílabos en un acto en homenaje al exilio español republicano en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara; estaba presente allí Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del presidente Lázaro Cárdenas, alma y artífice del recibimiento a nuestros compatriotas. Los versos de Garfias simbolizaron ese momento histórico.

Y en la misma Feria del Libro se presentó el tercer tomo, último de la Obra completa de Garfias, admirablemente publicada por la Universidad de Nuevo León, en el Monterrey postrero. En la sala había personas que recordaban con cariño el paso del andaluz por aquellas tierras americanas y que sin haberlo conocido personalmente habían heredado el respeto y la admiración por él. Ese tercer tomo es una miscelánea de artículos, cartas y textos teatrales. Sigue al dedicado a la mucha poesía dispersa e inédita (Garfias era muy de rellenar papelitos, servilletas, soportes efímeros muchas veces perdidos y en muchas ocasiones recuperados). El primer volumen, por su parte, reúne la obra poética publicada, entre la que destaca un libro tan breve como intenso escrito en abril y mayo de 1939 en Inglaterra: el bellísimo y punzante Primavera en Eaton Hastings. Los tres tomos han sido editados por el gran estudioso del poeta: José María Barrera.

Es una suerte que se haya culminado un proyecto tan valioso. Y aunque pueda apenar que no se haya realizado en España o Andalucía (donde ya hay publicaciones parciales), es muy de agradecer que la hospitalidad mexicana haya convertido en letras de molde la opera omnia (de momento, porque no se puede descartar que aparezcan más inéditos) de este poeta que vino del Modernismo, los círculos del Ultra (sin recoger en libro su poesía vanguardista), fue parco en publicaciones hasta la Guerra Civil, se derramó en una poesía belicosa como comisario político (romances cuerpo a tierra, sin sacar demasiado la cabeza del valor literario) y desembocó en una obra elegíaca, como el Cernuda del comienzo del exilio, antesala de otra más bien desengañada y menestral, patente en Río de aguas amargas y su poesía última.

Yo hubiera dejado atrás ropa, impedimenta, para acomodar estos tres tomos en el equipaje de vuelta, pero no hizo falta. En unas horas estaba en Andalucía lo que había sido escrito en muchas circunstancias adversas y, por lo que hace al Sinaia, durante una larga travesía. Ojalá lleguen más ejemplares. En los que tengo ahora sobre la mesa se reproducen dos fotografías, publicadas por primera vez en Diario de Sevilla, por cortesía de las herederas del fotógrafo mexicano Tomás Montero Torres. El Garfias que ahí aparece (trajeado como para disipar la fama de bohemio incorregible), seco, rígido, en una especie de escorzo incómodo, lucha por dibujar una sonrisa que no le sale. Le habían arrebatado muchas cosas, como a su amigo Juan Rejano, como a Prados, Altolaguirre, Cernuda… Pero él se derramó como un líquido más por la pendiente del alcoholismo, y en la ciudad natal de Alfonso Reyes, como antes en la aldea inglesa en que recaló (lo cuenta Neruda en sus memorias), bebió el poso de la amargura como en Cuernavaca y bajo el volcán Malcolm Lowry; como en la Ciudad de México, con voz estropajosa, Juan Rulfo. Que Pedro Garfias no sea postergado en ningún recuento de la Generación del 27, a la que pertenece. No le arrebatemos también eso.

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