Apertura de las fosas comunes

nerva | doscientos metros cuadrados en el cementerio municipal

Pueden albergar entre uno y dos millares de víctimas de la represión de las tropas franquistas

Tras una primera fase de localización y delimitación se evaluará la exhumación individualizada

1. 2. 3. 5. Los arqueólogos durante los trabajos para localizar los restos de las víctimas en el espacio marcado por tres cruces. 4. Algunos de los restos encontrados, pertenecientes a varios adultos, que fueron sepultados boca abajo.
1. 2. 3. 5. Los arqueólogos durante los trabajos para localizar los restos de las víctimas en el espacio marcado por tres cruces. 4. Algunos de los restos encontrados, pertenecientes a varios adultos, que fueron sepultados boca abajo. / Fotos: Hipólito
Juan A. Hipólito

12 de noviembre 2017 - 02:08

Nerva/Un equipo de arqueólogos e historiadores dirigidos por Andrés Fernández ha iniciado la apertura de las fosas comunes creadas hace más de 80 años en el cementerio de Nerva. La Coordinadora Cuenca Minera del Río Tinto por la Memoria Histórica es la principal impulsora de este proyecto que se pone en marcha gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Nerva y la financiación de la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía.

Se trata de una de la intervenciones más esperadas por el movimiento memorialista en tierras andaluzas. Las fosas comunes del cementerio de Nerva, según las investigaciones realizadas por diferentes expertos, pueden albergar a entre uno y dos millares de víctimas de la represión practicada por las tropas franquistas durante los sangrientos días de finales de agosto de 1936 en la Cuenca Minera de Riotinto.

Los enterramientos han permanecido intactos desde hace más de ochenta años

En la localidad minera se sitúa el enterramiento común más grande de los 120 contabilizados en Huelva, la segunda provincia con mayor número de fosas de Andalucía. Se encuentra en el interior del cementerio municipal y ocupa prácticamente todo el muro de la fachada principal, de extremo a extremo, con más de 200 metros cuadrados, a excepción de la puerta de entrada que divide a la fosa común en dos parcelas: 140 metros cuadrados en la fosa norte y 83 en la sur.

Desde el momento en que se sepultó a la última víctima, las fosas han permanecido intactas a la espera de que algún día se abriera un proceso de exhumación que, por su extensión y número de víctimas, se convertirá en el más importante de Andalucía. Precisamente, el proyecto que acaba de ponerse en marcha contempla la evaluación de una exhumación individual en una segunda fase. Antes, el equipo de arqueólogos que ya trabaja sobre el terreno se encargará de la localización y delimitación perimetral de las fosas.

Para el recuerdo quedan grabadas a fuego y sangre cientos de historias humanas que han ido pasando de generación en generación, como la que protagonizan las víctimas de las tres cruces existentes en una de las fosas: Luis Ruiz, administrador de Correos; Arturo Albarrán, director de la primera emisora de radio local, y la niña de dieciséis años, Catalina Ramallo. Justamente en este punto es donde han comenzado los trabajos de localización y delimitación.

El equipo de arqueólogos, que dirige Fernández, se ha topado con las primeras evidencias apenas a 30 centímetros de profundidad. Se trata de los restos óseos de varios adultos, quebrados de forma violenta, y con señales de proyectiles en diferentes partes de sus cuerpos. La visión de las suelas de sus zapatos, indican claramente que fueron sepultados boca abajo, unos encima de otros. Estos son los primeros resultados obtenidos en apenas dos días de trabajo.

Fernández asegura que en este tipo de intervenciones hay que ser muy prudentes. "Esto solo acaba de comenzar, pero ya empezamos a constatar que podemos estar ante el mayor enterramiento colectivo de fusilados de la Guerra Civil en zona rural de Andalucía. En apenas unos metros cuadrados ya han aparecido cinco cuerpos con roturas perimortem y esquilas de proyectil que, por la disposición en la que se encuentran, no cabe duda de que fueron arrojados de forma simultánea", comenta.

Ante esta constatación, desde la Concejalía de Memoria Democrática del Ayuntamiento de Nerva se ruega a la población que, "por respecto a las víctimas, a sus familias y para evitar entorpecer los trabajos, se abstengan de realizar visitas no autorizadas a la zona de actuación". No obstante, aclaran que "con el objeto de que la trasparencia de la intervención sea la máxima posible se dispondrá una jornada de puertas abiertas, con periodicidad semanal y hasta que concluya la intervención, donde se ofrecerá información a todas las personas interesadas en conocer los trabajos". La primera de ellas tendrá lugar el miércoles 15 de noviembre, de 12:00 a 14:00.

Además, el edil responsable de esta área, Isidoro Durán destaca que, "se va a habilitar también como punto de atención a las personas que tengan indicios de tener familiares enterrados en esas fosas y que estuvieran interesadas en identificar y de solicitar la recuperación de los restos de sus familiares para que contacten con el Área de Cultura del Ayuntamiento de Nerva al efecto de dejar sus datos para que el equipo técnico pueda organizar la toma de muestras de ADN".

Por su parte, el responsable de la coordinadora comarcal para la Memoria Histórica, Juan Alfonso Barba, se muestra esperanzado de que esta investigación contribuya a resolver las incógnitas que rodean a los terribles sucesos ocurridos en la zona hace más de 80 años. "Llevamos esperando mucho tiempo. Desgraciadamente, muchos de los hijos de represaliados sepultados en estas fosas se han marchado de este mundo sin poder ofrecer una digna sepultura a sus progenitores. Pero afortunadamente, aún quedan algunos que ya empiezan a asomarse por aquí para contarnos sus historias y ofrecerse para cotejar sus datos genéticos con los de los restos que salgan a la luz", señala.

Todos los estudios realizados hasta el momento destacan que en las fosas comunes de Nerva, señaladas como lugar de Memoria Histórica desde julio de 2013, pueden encontrarse sepultados centenares de vecinos asesinados tras la rendición del pueblo de forma pacífica por el entonces alcalde de Nerva, José Rodríguez, con la única intención de no producirse derramamiento de sangre alguno. De nada sirvió, la barbarie se apoderó de las calles nervenses envuelta bajo la bandera de la intolerancia, no exenta de grandes dosis de inquina, venganza, envidia y todo tipo de rencores, que se cebaron con insidia, sobre todo, con los inocentes que nada tenían que ver con movimientos políticos, pero también con los que justamente defendían el Estado de Derecho vigente. Fruto de aquellos actos feroces y crueles son las dos fosas comunes existentes en el cementerio municipal de Nerva.

Todo ocurrió en el verano de 1936. Apenas quedaban seis días para despedir agosto y se cumplía poco más de un mes del alzamiento militar liderado por el General Mola, tras el fracasado golpe de Estado urdido contra la II República. Nerva, localidad onubense de 17.000 habitantes, ubicada en la Cuenca Minera de Riotinto, permanecía sitiada por las tropas sublevadas y aislada del resto de municipios de la provincia de Huelva, más allá del territorio minero, donde el control del Ejército era total. Hacia el mediodía del 26 de agosto, una comitiva liderada por el médico Juan Sacalugas salía al encuentro de las tropas apostadas a las puertas de la localidad minera con una misiva en la que se daba cuenta de la rendición del pueblo, sin la más mínima resistencia.

Sin embargo, ese mismo día por la tarde comenzó una represión sin precedentes en la zona que se prolongó durante meses y finalizó con más de 1.500 hombres desaparecidos, casi 300 viudas reconocidas y medio millar de huérfanos, según consta en los archivos municipales del Ayuntamiento de Nerva. Además, la empresa que gestionaba las minas de Riotinto, donde trabajaban cientos de nervenses, llegó a contabilizar hasta 1.709 bajas semanas después, tal y como se detalla en los documentos custodiados en el archivo histórico de la Fundación Riotinto.

Una semana antes de la entrada de las tropas en Nerva, la aviación bombardeó la zona minera con graves consecuencias para las localidades de El Campillo y, sobre todo, Nerva en la que el número de víctimas mortales alcanzó la veintena. El 23 de agosto, en vez de bombas, cayeron octavillas en las que se instaba a los mineros a la rendición. 72 horas después, la última localidad onubense fiel al Gobierno de la II República, que había plantado cara al levantamiento militar, se rendía de forma pacífica.

Los sucesos acontecidos en la localidad minera tras la entrada de las tropas el 26 de agosto de 1936 fueron de tal crudeza que, aún hoy día, 81 años después, se hace difícil de afrontar para los familiares de las víctimas. La inmensa mayoría de ellos desconoce si sus antepasados, aquellos que las autoridades locales contabilizaron por más de un millar de hombres desaparecidos durante los últimos días de aquel luctuoso estío, se encuentran en la doble fosa común de 223 metros cuadrados, ubicada tras los muros de la fachada principal del cementerio municipal.

El censo de Nerva, que antes de la contienda rondaba los 17.000 habitantes, la localidad con mayor número de habitantes de la Cuenca Minera de Río Tinto, cayó hasta los 15.000 registrados en 1940, y el número de obreros que trabajaban en los tajos de la mina, que antes de la guerra alcanzaba los 8.500 trabajadores, descendió hasta los 5.400 empleados.

Pero las secuelas de aquella represión no solo fueron físicas, también psíquicas: el temor a nuevas represalias caló hasta los huesos en una población que, paralizada por el miedo, vio con impotencia como se anulaba por completo su carácter reivindicativo.

Una zona de conflictividad labora

La Cuenca Minera, cuyo corazón político y social latía con fuerza en Nerva, ajeno al control socioeconómico que la empresa inglesa encargada de la gestión de las minas de Riotinto ejercía en otros pueblos de la comarca, se había convertido en una de las zonas de mayor conflictividad laboral del país. Las reivindicaciones laborales y las huelgas generales, encabezadas por grandes líderes sindicales de la UGT y la CNT, y secundadas por partidos políticos de izquierda estaban a la orden del día.

La valentía de los mineros y, sobre todo, la fidelidad demostrada durante los primeros días del conflicto, convirtió a la Cuenca Minera en punto de referencia para los defensores de la democracia y objetivo prioritario de los sublevados. El convoy de mineros, cargados con fusiles y dinamita, que se dirigió hacia Sevilla la madrugada del 19 de julio para defender la II República contra los militares sublevados daba buena cuenta de ello. Pero aquella aventura "paramilitar" de los mineros terminó a las puertas de la capital hispalense, en la rotonda de La Pañoleta (Camas), con la emboscada preparada por los militares sublevados al mando de Queipo de Llano. El enfrentamiento se saldó con una treintena de muertos y más de medio centenar de detenidos que después fueron ajusticiados, a excepción de un menor de edad.

La alocución del General en Radio Sevilla no se hizo esperar. Esa mima tarde relataba lo ocurrido así: "Y aquí, en las inmediaciones de Sevilla acaba de ocurrir un hecho que merece ser publicado. Desgraciadamente es un episodio en el que ha habido muchas víctimas, cuya sangre debe caer sobre la conciencia de sus canallas dirigentes". (Charla radiofónica, 19 de julio, reproducida en Historia de la Cruzada española, y citada por I. Gibson, O.C. pág.: 135).

En Nerva, ese mismo día por la tarde, se prendía fuego a la iglesia de San Bartolomé, Patrón del pueblo, y se saqueaban los negocios y las casas de varias familias de derechas, así como varias sociedades comerciales en las que solían reunirse hombres de negocios, según se recoge en el Informe-Memoria redactado por el Jefe Local de la Falange, M. Posado, solicitado por la Audiencia Provincial de Huelva, a instancias del Gobierno de Franco para la Causa General del Marxismo en España.

Tras el fracaso cosechado con la columna de mineros en Sevilla, la UGT y la CNT declaraban la huelga general revolucionaria en Nerva y creaban un Comité de Defensa para controlar la zona. Se paralizaba la actividad minera y se requisaban los camiones de la Cía. para transformarlos en "carros de combate".

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