Bodegas Rubio: el aroma del brandy
La empresa cumple 46 años con Luis Felipe como enseña Una nueva presentación del licor y el programa de visitas adaptan la bodega a los nuevos tiempos
Nadie sabe a ciencia cierta su fecha de nacimiento, aunque sí el lugar en que fue hallado: un rincón apartado en una bodega de La Palma del Condado en 1893. Fue en esa cuna donde dormitaban unas barricas de roble americano que guardaban un exquisito brandy envejecido. A su densidad de color y la amalgama de aromas que destilaba, se sumaba un suave abocamiento que sólo el tiempo es capaz de lograr.
Aquel tesoro tenía inscrito un nombre, Luis Felipe, por estar reservadas a don Antonio de Orleans, duque de Montpensier e hijo del rey de Francia Luis Felipe I. Así nació la leyenda de la bebida onubense más exclusiva y apreciada en todo el mundo.
Así se escribe la historia de un brandy que, hasta cierto punto, ha eclipsado comercial y mediáticamente a quien siempre ha estado detrás de su producción, Bodegas Rubio. Una empresa levantada por Antonio Rubio en 1946, si bien la prematura muerte del patriarca llevó a sus descendientes, José Luis y Fernando, a tomar las riendas del negocio siendo aun muy jóvenes. Tuvieron que aprender a desenvolverse en un mercado vitivinícola atomizado por aquellas fechas, que requería para salir adelante una enorme dedicación, cariño, esmero y sapiencia. Pero el instinto empresarial de la familia les llevó a adquirir, en 1965, la madre de Luis Felipe, ese caldo digno del rey francés.
A partir de entonces, los empresarios palmerinos trabajaron por cincelar y pulir aquel diamante en bruto, sin prisas, con el tiempo como mejor notario del quehacer diario y con un patrón de calidad bien definido. Tendrían que esperar 25 años para que aquel manjar abandonara la quietud de su reposo y comenzase a comercializarse como una de las delicatessen de nuestra tierra.
Previamente hubo que seguir un lento y ancestral proceso de envejecimiento donde las botas de roble americano se disponen en cachones o andanas unas sobre otras. De esta manera, el nuevo brandy va tomando solera a su paso por cada uno de los bocoyes, completando un circuito piramidal, hasta los inferiores, donde aguarda la mejor estirpe de aquel 1893, de donde se extrae el producto que llega a la mesa del consumidor.
Javier Rubio destaca que el éxito de este modelo de producción ha permitido que su brandy se comercialice en países europeos como Portugal, Alemania, Italia, Reino Unido, República Checa, Estonia y Suiza; pero también al continente americano como México y Canadá, o en China y Japón, en Asia. Su producción se encuentra limitada por la capacidad de las madres de proveer solera a los nuevos caldos, siendo este es el primer mandamiento de la empresa: mantener la calidad del producto y asemejarla al contenido de las barricas originales.
La empresa ha sabido enlazar esta fidelidad al trabajo añejo con las demandas comerciales actuales. Su hermano José Luis precisa que con motivo del 120 aniversario de Luis Felipe se realizó un nuevo embalaje, el cual ha tenido una enorme aceptación en los mercados nacionales e internacionales. Se presentó a nivel mundial en Prowein, 14, Feria Internacional de vinos y espirituosos, donde se desvelaron las dos presentaciones de la botella, en su caniser normal o en un estuche especial para regalo.
Lo mismo ocurre con el Luis Felipe cien años, distribuido en un estuche de madera lacada, y el caldo guardado en un frasco de cristal con la efigie del rey Luis Felipe I de Francia que ha sido realizado por artesanos orfebres.
Este reconocimiento que atesora la marca también es uno de los principales reclamos a nivel de enoturismo. Javier Rubio cifra en torno a 4.000 el número de visitas que recibe anualmente la bodega, perfectamente acondicionada no sólo a la producción, sino también para ofrecer salas de catas en las que vivir una experiencia única, donde además de explicar de forma pormenorizada el proceso de producción, el cliente puede degustar el producto final de todo este trabajo. El enólogo apunta que La Rioja ha sabido hacer un excelente trabajo en este campo y supone un espejo en el que mirarse. "En cualquier caso -matiza- nosotros contamos con una fortaleza de la que carecen los pueblos de la Mancha o del Norte de España: el enorme caudal de turistas que arriban a nuestras costas llamados por el sol y nuestras playas o por el turismo religioso". A ello cabe sumar la enorme amalgama de olorosos y Pedro Ximenez, amén de los caldos nacidos con una variedad autóctona única como la Zalema.
Por eso muestra una fe ciega en que se consolide esta nueva vía de negocio, aun cuando Bodegas Rubio no ha entrado en la Ruta del Vino promovida por la Diputación. "Faltó seriedad. Primero hubo bodegas que entraron, otras que no, el proyecto se paralizó, después quisieron retomarlo, pero ya decidimos seguir por nuestra cuenta", explica.
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