Corta Atalaya se ahoga
El nivel del agua supera ya la mitad de la antigua explotación a pesar de estar en período de sequía · La alcaldesa, la Fundación Río Tinto y la Mancomunidad exigen que se conserve el Bien de Interés Cultural
La Corta Atalaya, símbolo de identidad de la Cuenca Minera onubense por excelencia, se ahoga lentamente sin que nadie en la comarca ponga remedio a una situación cada vez más calamitosa en la que ni la empresa propietaria, Emed Tartessus, ni la Administración, que tiene considerado este elemento como Bien de Interés Cultural (BIC) actúen para evitar el deterioro de la histórica mina a cielo abierto.
Unas instantáneas divulgadas a través de las redes sociales, obra del fotógrafo aficionado Antonio Romero, vecino de Minas de Riotinto, han vuelto a poner en alerta a la sociedad comarcal sobre el peligro que corre el principal icono turístico de uno de los puntos geográficos más deprimidos de la provincia de Huelva, cerrado a cal y canto desde que hace diez años cesara la actividad minera en la zona. La alcaldesa de Minas de Riotinto, Rosa Caballero (PP), mostró ayer su preocupación por el alarmante nivel de inundación al que está llegando la emblemática corta y exigió a la Junta de Andalucía que inste a la mayor brevedad posible a la empresa responsable de su mantenimiento a tomar las medidas necesarias para evitar lo que podría convertirse en un daño irreparable para la imagen de la comarca.
Para Caballero, la situación actual de parálisis por la que atraviesa el proyecto de reapertura de las minas de Riotinto no debería ser obstáculo para que el mantenimiento de la emblemática Corta esté atendido como merece el símbolo más significativo de la Cuenca Minera. "La Administración es el principal garante de este bien y como tal debe actuar antes de que el daño sea irreparable", dijo.
La Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, a través de la Dirección General de Bienes Culturales, incoó hace un año el procedimiento para inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz (CGPHA), como Bien de Interés Cultural (BIC), con la tipología de Zona Patrimonial, la Cuenca Minera de Riotinto-Nerva, localizada en los términos de Minas de Riotinto, Nerva y El Campillo, un conjunto patrimonial "único y excepcional" integrado por bienes diacrónicos y sincrónicos representativos de la evolución humana, reflejo de las diversas culturas y sociedades que han ocupado este territorio minero, uno de los más relevantes a escala mundial.
Con la inscripción en el Catálogo de esta Zona Patrimonial, la Administración regional daba protección a un amplio espectro de bienes de variada condición y naturaleza, de carácter material e inmaterial, como la Corta Atalaya, principal referente de las formas de vida y de trabajo, de determinadas identidades colectivas, así como de unas formas de organización del territorio y de una evolución paisajística propia marcada por la actividad desarrollada en esta comarca a lo largo del tiempo.
El presidente de la Mancomunidad Cuenca Minera, Juan Jesús Bermejo (PSOE), invocó a la Administración regional para poner en práctica uno de los requisitos contemplados dentro de esa normativa por el que debe hacerse saber a los propietarios, titulares de derechos y simples poseedores de los bienes, que tienen la obligación de conservarlos, mantenerlos y custodiarlos, de manera que se garantice la salvaguarda de sus valores.
A este respecto, el director de la Fundación Río Tinto, José María Mantecón, principal gestor del parque minero temático de la zona, apela a la declaración como BIC para proteger el principal reclamo turístico que tiene la Cuenca Minera. "Estamos perdiendo de forma irremediable un recurso turístico de primer orden y la ley es muy clara al respecto, ya que obliga al propietario del bien a mantenerlo en óptimas condiciones, así como a facilitar su acceso público varios días al año. Pues ni una cosa ni la otra", recuerda.
Corta Atalaya, gestionada por la Fundación Río Tinto entre 1992 y 2003, llegó a pasar, en apenas diez años de explotación turística de los 8.000 visitantes al año con los que empezó a las 47.000 visitas anuales que recibió en su último año como principal reclamo turístico de la comarca.
Mantecón asegura que, después de casi una década cerrada al público, aún son muchos los turistas que vienen interesándose por una de las mayores explotaciones mineras a cielo abierto más grande del mundo.
El director de la Fundación recuerda cómo en su día se dejó perder también una magnífica oportunidad para explotar turísticamente Pozo Alfredo, que bajaba hasta las entrañas de la mismísima corta ofreciendo un espectáculo maravilloso de estalactitas y estalagmitas dignas de la mejor de las grutas. "Se trataba de un proyecto magnífico que hubiera supuesto un revulsivo turístico para la zona y una nueva fuente de enriquecimiento, pero se tardó tanto que finalmente terminó por inundarse el pozo", recuerda.
La falta de conservación o la dificultad para el mantenimiento de las instalaciones mineras por parte de la actual empresa propietaria, Emed Tartessus, ha propiciado no sólo la inundación progresiva de la Corta Atalaya y el irreparable daño causado al pozo Alfredo, sino que también están empezando a peligrar las regatas que se construyeron en los años 70 para evitar que las aguas pluviales accedieran al fondo de la corta y que, en la actualidad, se encuentran en un estado lamentable de conservación.
Los propietarios de la mina aseguran que, a día de hoy, Corta Atalaya es estable y segura, y el agua acumulada está en niveles que no son todavía preocupantes dentro del proceso natural de acumulación/evaporación, aunque advierte que si no se ponen en marcha las medidas comprendidas dentro del proyecto de reapertura es inevitable que estos niveles lleguen a serlo.
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